El VIAJE DE RIDDHI

1/5 El miedo crece con miedo y se diluye en amor

 

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 “Un Curso de Milagros” resume todo el campo de elección de cada ser humano en dos polos aparentemente opuestos: o vivir nuestra realidad en la presencia del amor –agradecido a la vida y abierto a ella- o bien con miedo -negándola, resistiéndola, tratando de apartarla de tu vida-.  En el primer enfoque, la aceptación de la experiencia se vive conscientemente con apertura; en el segundo enfoque, el rechazo a ella puede generarnos trastornos emocionales, estrés, desgaste físico y lo peor de todo: un empoderamiento de ese miedo que no queremos asumir porque nos da miedo experimentarlo.

Curiosamente, aunque suene a trabalenguas, es el miedo al miedo lo que alimenta al miedo, mientras que una actitud abierta, centrada, paciente y agradecida ante la vida, nos ayuda no sólo a sobrellevar ese momento, sino que nos desvela un campo más amplio y enriquecedor que la reacción de rechazo a la experiencia que nos toque vivir.

El miedo nos hace tomarnos la vida demasiado en serio, y a nosotros también. El miedo busca un ilusorio control de nuestra vida y lo hace por medio de los pensamientos.  El amor nos hace comprender que es bueno y necesario fluir con la vida sin intentar comprenderla o “tomar el control” de ella; esencialmente, porque esa labor nos supera. Un exceso de ese deseo de controlar las cosas genera un enorme caudal de pensamientos que, la mayoría de las veces, sólo consiguen desgastar nuestra mente, nuestra estabilidad emocional y nuestro ánimo. Una persona abrumada en pensamientos es muy difícil que viva en amor, ni siquiera en tranquilidad; posiblemente sea el ejemplo de una persona “estresada”, fácilmente impresionable por la ira o el desánimo, luchando por salir de ese estancamiento, pero trabajando con sus pensamientos, lo que será como echar más madera al fuego mental, generando un creciente desgaste anímico.

El amor es sinónimo de presencia, de consciencia. Cuando estamos bien presentes en nuestro presente –es decir: en lo que nos suceda exteriormente, en lo que estemos pensando en ese momento, si es el caso, y en las sensaciones que surjan de nuestro cuerpo-, es muy difícil que caigamos en la espiral mental de pensar e imaginar las posibles variantes que pueda tomar una situación determinada, eludiendo así la inmediatez del presente.

Este es un tema esencial, vital, y más en esta época que estamos atravesando. Por eso aparece reiteradamente en “El viaje de Riddhi” en boca de varios de sus personajes.

Por ejemplo, al inicio del relato, en el que un anciano aconseja a los críos de su poblado cómo afrontar el miedo:

“La mayoría de los miedos que temeréis experimentar durante vuestra vida como adultos no sucederán; sólo serán ilusiones y engaños de vuestra propia mente. Los barrotes que os mantendrán encerrados en una rutina de vida carente de alegría los creará vuestra mente y su miedo a lo desconocido. Pero si sois honestos y valerosos y abrazáis desde vuestro corazón todo lo que viváis, el miedo desaparecerá en la nada de la que ha surgido.

– A mí me da miedo el fuego porque me quemé una vez y me dolió y soltaba pus -comentó uno de los niños, inocente en su incredulidad; incredulidad que compartían la mayoría de los adultos, aunque éstos la ocultaran tras el silencio.

El anciano sonrió con benevolencia.

– Ese miedo es bueno, hijo, porque evita que volvamos a hacernos daño. Yo me refiero al miedo que os surgirá cuando comencéis a ser mayores y a tomaros la vida demasiado en serio. Pensaréis demasiado en el futuro y en el pasado, en lo que “debo” o “no debo” hacer. Y es posible que acabéis sucumbiendo al peor de los miedos: el miedo al miedo. Ese miedo imaginario nos paraliza y acaba por embotar nuestra mente. 

“Vosotros como niños poseéis el tesoro que muchos adultos andamos buscando: vivir en plenitud la vida, sin pensamientos ni miedos que os bloqueen. Todavía es muy pronto para que podáis entenderlo, pero llegará un día en que dejaréis en el camino vuestra inocencia y candidez, y quizás comencéis a sentiros cansados y aburridos como adultos; algunos incluso os sentiréis perdidos… Os daréis cuenta de que cargáis en vuestro interior con muchas cosas que os impiden ser felices. Muchos comenzaréis entonces a buscar entre los recuerdos de vuestra infancia, intentando hallar aquellas vivencias en las que experimentasteis íntegramente y de forma espontánea la dicha de la felicidad. Justo la etapa que ahora vivís”.

[…]

“Nunca pretendáis ser perfectos ni os toméis la vida demasiado en serio, como hacemos a veces los adultos. Cuando lleguéis a ser mayores, tratad de vivir la vida con la pasión y ligereza con que os entregáis ahora a un juego. Pues eso es la vida: un juego”.

O casi al finalizar el relato, en el que un Riddhi ya anciano, deja a su discípulo Sadhaka una carta a modo de guía en la vida:

[…] “Todos tenemos miedo de expresar nuestros miedos, incluso a nosotros mismos (sobre todo a nosotros mismos). Los guardamos comprimidos y fraccionados en lo más profundo de nuestro cuerpo; amurallados, controlados, reprimidos pero vivos… Sadhaka, hay que abrazar los miedos desde el amor: nunca reniegues de ellos. Bríndales amor honestamente siempre que puedas, especialmente cuando surjan ante alguna situación. ¡Nunca les temas! Cuanto más profundo e intenso sea tu miedo, más profundo e intenso será el amor en que, si lo abrazas dándole compasiva atención, se convertirá. El mayor miedo enmascara siempre el mayor brote de amor. ¡La vida entera, en su juego de luces y sombras es un eterno autodescubrimiento de Amor! ¡Qué maravilla!”

 

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