Tendemos a creer que la mente produce pensamientos. De hecho, la mayoría de las personas creen que su identidad, su personalidad, su “yo”, se encuentra en ella. Sin embargo, tu cerebro y pensamientos te engañan; no son del todo fiables. La realidad que te muestran es tan cuestionable como el hecho de que, aunque el Sol sólo gira sobre sí mismo, nuestros sentidos nos hagan creer que cada día traza su órbita en el cielo.
Como cada ser vivo, podemos captar un rango limitado de la realidad. Muchos animales poseen visión nocturna o perciben un espectro de luz inapreciable para el ser humano. Es decir, la realidad es subjetiva y se limita a las capacidades perceptivas de cada ser vivo. El cerebro, dentro de su maravilloso diseño, recrea la realidad que percibe, pero a veces imagina una realidad inexistente supliendo fallos en los datos que recibe, e intenta subsanarlos con los datos ya existentes en su memoria.
Un ejemplo de esto es la imagen del rostro invertido que muestra el llamado efecto Thatcher. El cerebro no está programado para ver rostros invertidos, por lo que recrea un rostro en función de los datos que ya posee; es decir, se basa en su memoria para mostrarnos una realidad según su imaginación. Si le damos la vuelta a la fotografía nos sorprenderá ver su composición real.
De igual modo, aunque los pensamientos suelen ser muy prácticos e imprescindibles en nuestra vida cotidiana, llegado un punto acaban por convertirse en auténticas trabas (es la serpiente que tentó a los humanos para que se nutrieran en el árbol del conocimiento). El pensamiento crea un pensamiento que asume nuestra identidad: es la vocecilla que normalmente nos enjuicia con mayor dureza, o bien nos incita a sentirnos víctimas de las circunstancias, o a elucubrar sobre el porqué de las cosas o del comportamiento de tal o cual persona. Es el llamado “ego”, asociado por su naturaleza con el flujo mental de los pensamientos.
En “El viaje de Riddhi” se nos invita a plantearnos esta interesante realidad por medio de varios de sus personajes. Como Yukti, el encargado de la “Cámara de la Mente”, quien habla sobre ella a Riddhi y a su amigo Jivan.
– […] “Lo he querido señalar con todo esto es que la mente tiende por naturaleza a prejuzgar nuestras vidas a cada instante, consiguiendo así aislarnos del presente, al menos en apariencia. Es decir, consigue separarnos mentalmente de la vida, que sólo sucede en el constante fluir del ahora, siempre en movimiento. Por eso, al intentar comprender o controlar nuestra existencia con los pensamientos, acabamos perdiendo el contacto directo con la vida manifiesta tal cual es: completa, plena, íntegra, sin objeto ni sujeto, viva… En definitiva, la mente no es el conductor de nuestra vida ni de quien somos, como consigue hacernos creer”.
También Namasté, en su encuentro decisivo con Riddhi en la etapa final de su viaje, nos advierte de ello:
“La mente siempre duda, nunca integra. Para vivir la existencia en plenitud hay que dejar a un lado la intromisión de las palabras. Desde que trates de interpretar la realidad mentalmente, la cosificas y te alejas de ella. Es decir, la supuesta comprensión mental siempre conlleva incomprensión respecto a lo que es, a lo que realmente está sucediendo en cada momento. Recuerda el dicho: “cuando la mente calla, el corazón se expresa”.
La misma separación de “bueno” o “malo” es una etiqueta mental. No se trata de que los pensamientos sean malos o buenos, sino de comprender su utilidad y el riesgo que conlleva vivir constantemente en el campo de los pensamientos. Hay una realidad que va más allá de nuestros pensamientos y creencias. Nuestro viaje de vida nos llama a hallarla.