5 La Sabiduría reside en el corazón
Todo el proceso de nuestra vida busca en gran medida aprender a amarnos. Aprender a amar la vida completa que experimentamos, momento a momento. Ese aprendizaje consiste principalmente en soltar, liberar, perdonar las heridas emocionales que suceden sobre todo en nuestra infancia. Es un proceso que nos exige amor propio, humildad y paciencia.
Amor propio, porque en más de una ocasión necesitaremos de ese valor adicional que nos da el amor, para afrontar una vieja herida que, quizás, hemos ocultado en algunos aspectos. Pero claro, la herida se sana toda o no se sana, y eso implica revivir emocionalmente ese dolor.
Humildad, porque en más de una ocasión acabaremos por darnos cuenta de que el juez más duro e inflexible ha sido uno mismo, y que también hemos actuado con poca empatía, aunque en su momento no lo vimos así. Es un proceso de humildad y honestidad, pero que a pesar de su dolor, o debido a ello, suele resultar muy sanador.
Y finalmente, paciencia, porque ineludiblemente este proceso suele llevar mucho tiempo. Al fin y al cabo, si llevamos veinte o cuarenta años sin querer afrontar ese resentimiento, esa culpabilidad, ese deshonor, es normal que necesitemos si quiera años para permitirnos aflorar a la superficie no sólo el discurso que nos dimos de cómo sucedieron las cosas en aquel entonces, sino sobre todo en las emociones y sentimientos que surgieron en aquella vivencia.
La sabiduría del corazón consiste en una vivencia más integrada, más presente, más simple y natural, más confiada y espontánea de nuestra existencia. Esa sensación innata de confianza en la “Vida”, en “Dios”, en nuestro “Destino”, nos hará por sí misma más llevadero y cómodo nuestro viaje. Esa sencilla actitud de confianza honesta en la vida nos encamina poco a poco hacia el verdadero conocimiento de uno mismo. Hacia la libertad y la felicidad que no depende de lo externo. Vivimos más presentes, más abiertos, más íntegros, más honestos.
El personaje Mukti, al presentar a Riddhi “La Cámara de la Mente”, ya lo hace saber:
“La felicidad está en la nobleza de corazón. A diferencia de la satisfacción de los deseos, que es fugaz y depende de las circunstancias, la dicha es invariable y no depende de nada ni de nadie; es nuestra auténtica naturaleza, la verdadera felicidad. Es el más alto logro que pueda conquistarse en esta vida: la conquista de Uno mismo. Es justo el estado al que aspiramos en Dharma».
Namasté también hace varias menciones de ello:
“Para vivir la existencia en plenitud hay que dejar a un lado la intromisión de las palabras. Desde que trates de interpretar la realidad mentalmente, la cosificas y te alejas de ella. Es decir, la supuesta comprensión mental siempre conlleva incomprensión respecto a lo que es, a lo que realmente está sucediendo en cada momento. Recuerda el dicho: “cuando la mente calla, el corazón se expresa”.
Especialmente Sattva, una de las mujeres que Riddhi amó en su vida, se lo hace saber:
“Cuando comprendemos y aceptamos desde la profundidad incondicional de nuestro ser que “el Amor lo es Todo” (todo lo “bueno” y lo “malo” que creemos ver en nosotros, en los otros y en el mundo), permitimos desde esa creciente honestidad que el Amor arrase poco a poco con todo lo bueno y lo malo, con el amor y el miedo, con las alegrías y tristezas, con el goce y el dolor; permitimos que nos disuelva por completo en su energía, en su vibración, en su luz… Y esa experiencia unificadora es, para quien la vive, ¡realmente maravillosa! ¡Hasta lo ordinario se vuelve un milagro! La vida es contemplada entonces como una fuente de dicha y una celebración sin causa, pues comprendemos que la auténtica felicidad vive en nosotros y nunca ha dependido de ninguna circunstancia ni de la voluntad de nadie».
“Respira profunda y suavemente como si fueras el creador de tu existencia, como si tu respiración fuera el corazón en el que late el Universo entero. Olvida tu cuerpo, olvida tu identidad, olvida la idea de ser una persona en un cuerpo humano… Simplemente, date cuenta de todo lo que es observado en “tu” presencia, de todo lo que es pensado en “tu” mente, de todo lo que es sentido en “tu” ser… En esa observación consciente, tan íntima como impersonal, se halla el puente hacia el Amor”.
Así como Bhava, un sabio anciano al que Riddhi debe su vida tras salvarlo de una situación mortal en medio de la selva.
“Este viaje que estás realizando, si lo continúas viviendo con honestidad y nobleza, expandirá por completo tu visión de la vida: ¡te henchirá el corazón hasta el infinito, literalmente! Ese será el máximo tesoro que obtendrás de toda tu travesía, tanto de tu viaje como de tu vida. Y ése es el símbolo que intenta representar en gran medida el hombre indalo en el planisferio celeste”.
Y finalmente Namasté, quien termina de aclarar sus dudas con sus palabras y su actitud ante la vida y la muerte:
“Si las personas se anclaran a vivir sin más la experiencia presente tal cual se presenta, vivirían en esta sabiduría maravillosa y ordinaria, como les sucede de forma innata al resto de las especies. Por eso, nuestro máximo tesoro está en vivir desde la pureza inocente y espontánea que late en la inmediatez de cada momento”.
La sabiduría del corazón está al margen de ideologías, de dogmatismos, de mandamientos, de leyes, de palabras… Se encuentra en la intimidad de cada uno y es cada uno quien debe emprender, si así siente la llamada, por amor o necesidad, hacía sí mismo. En ese camino hallará sabiduría y aprendizaje.