El VIAJE DE RIDDHI

En honor a tu tiempo perdido

Luz cálida entrando por una ventana abierta, con una libreta y una taza sobre la mesa. Mensaje: Es ahora. Estás listo. Con el corazón abierto.

Has pasado décadas esperando. Aguardando que las circunstancias fueran otras. Que llegara el momento justo, el entorno propicio, el cambio necesario. Y ahora algo se revela, la verdad de las cosas: el momento oportuno siempre ha estado en el presente.

Has sido paciente. Has sido constante. Durante todos estos años has sostenido la pesada losa de una rutina que apagaba tu alma nómada, creativa, curiosa —viva. Y cuando al fin te liberaste, aun en medio del miedo, no fue para huir, sino para intentar crear… Te lanzaste a escribir, a prepararte, a darle forma a todo aquello que tu corazón llevaba tanto tiempo susurrando en silencio.

Ahora, que el sendero agoniza sin frutos y urge volver atrás o recorrer una senda desconocida, sientes miedo. Comprendes que la rutina de la que escapaste no estaba solo en el trabajo tedioso; en realidad, anida en ti, en tu casa, en tus días frente al ordenador, en ese hábito de vivir hacia adentro, lejos del juego social.

Ahora sabes que el mundo sigue ahí, afortunadamente. Que no todo es malo en este circo, en esta cárcel, en esta tragicomedia —a veces infantil, a veces sádica— que es la presencia de la humanidad en el mundo y entre sus congéneres (lo que Cioran llamaba “el surco de la humanidad”). Comprendes que hay horror, traición y mezquindad, pero también almas nobles, caminos apasionantes, trenes, cafés, abrazos y cielos abiertos en los que dejarse fascinar.

Aprendiste, en suma, algo que da valor a esos aparentes lustros perdidos: que vivir exige coraje.
Y que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el acto de avanzar abierto en tu vulnerabilidad.
Aprendiste que no se trata tanto de poner la otra mejilla —en el sentido que nos enseñaron a interpretar el mensaje de Jesús—, sino de comprender que la vida que no se siente en plenitud, en el instante presente, es solo imaginación, prejuicios, proyecciones.

En realidad, ya lo sabes: vivir exige entregarnos y replegarnos plenamente a cada instante.
Es darle un sí abierto y pleno a la vida, tanto cuando traiga luces como cuando traiga sombras; incluso cuando traiga la tentadora adormidera de la rutina.

Dices que no sabes sentir. Pero eso no es cierto.
Lo que ocurre es que cuando sientes tanto, tan hondo, ese sentir pleno te intimida.
No es controlable, no es estable. Pero es vida.
Es el alimento del alma en tu existencia.

Durante décadas has aprendido a protegerte de eso. A encerrarte. A callarte.
Ahora, la vida te pide lo contrario: te llama a abrirte, a exponerte, a entregarte.

Estás a tiempo.
Estás en el presente.
Estás vivo.

No necesitas tenerlo todo claro antes de dar el paso.
Entrégate al instinto y salta a su llamada; ese gesto de valor te dará a cambio una arraigada sensación de confianza.
Solo necesitas estar presente.
Mirar. Respirar. Sentir.

La sensibilidad que siempre has temido es tu mayor tesoro.
No es debilidad: es la puerta por la que entra el amor.

Rompe la rutina.
Sal del encierro.
Viaja.
Habla.
Conecta.

No para ser alguien, sino para dejar de negarte a ti mismo.

Porque si algo te debes,
es honrar tu tiempo perdido… viviendo tu presente eterno con el corazón abierto.

¿Y tú, ya estás listo para salir al encuentro del presente?

Categorías: Amarse, Energía, Eternidad, Respiración, Silencio

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