Una de las escenas más destacadas del memorable film «El festín de Babette». En los postres finales del gran festín, el General da un golpe a su copa, se pone en pie y dirige unas breves palabras a sus once compañeros comensales. En apenas dos minutos habla sobre la Gracia, la Misericordia, la Justicia y la Verdad, así como de la futilidad de nuestras supuestas elecciones. Palabras que quizás podrían encuadrarse en la «enseñanza» de la nodualidad o del cristianismo místico.
De ambiente intimista desde el primer al último segundo, adapta la obra de la escritora danesa Karen Blixen, autora entre otras grandes obras de «Memorias de Africa». Si en ésta el protagonista es el amor pasional, de pareja, con sus luces y sombras, en «El festín de Babette» el tema central resulta más difuso, abriéndose en su ambiente casi mágico a distintas interpretaciones en función de los gustos del espectador. Puede ser una oda a la gastronomía como también una visión de la verdadera fe espiritual, que no necesita del estoicismo castrante y ni de los remordimientos de las culpas y las privaciones para hallar en la vida cotidiana la verdad de «Dios». Dios se halla tanto en las penurias como en las exquisiteces de los pequeños placeres de la vida. El placer deja de ser así una tentación para convertirse en una celebración de nuestra existencia.
Película rodada en un ambiente nebuloso, minimalista, con ausencia de efectos salvo el juego de colores y sombras y la luz que emerge en las miradas de sus protagonistas. Ha cosechado varios premios, entre ellos, el Oscar a la mejor película extranjera en 1988. Altamente recomentable.
Puede verse íntegra aunque con baja calidad de imagen, en este enlace.