El VIAJE DE RIDDHI

Sanación (1/3)

En qué consiste la sanación

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Hay personas que se embarcan en una búsqueda interior. Bien sea con el transcurrir de los años o por la experiencia de una situación traumática, se les despierta la llamada al “despertar”. Tratan de hallar a través del pensamiento la respuesta que restablezca de algún modo la relativa estabilidad con que antes vivían sus vidas.

El sendero interior suele comenzar con tímidos paseos por la filosofía, la psicología, la sociología, la literatura, las artes, etc. Como si de una abeja se tratara, el aspirante a buscador espiritual disfruta revoloteando de aquí para allá, recolectando el polen del conocimiento en los distintos campos en los que va posando su atención. Sin ser quizás aún del todo consciente, ha comenzado un largo, tortuoso y apasionante viaje. En este viaje interior tratamos de recuperar nuestra verdad, nuestra estabilidad, nuestra felicidad, o en el mejor de los casos (sin duda, el mejor de los casos), nuestra paz inherente.

Lo tragicómico en esta paradójica situación es que “buscarse a sí mismo” no deja de ser un contrasentido (si no un trabalenguas), ya que “lo que yo soy” no puede buscar a “lo que yo soy” porque ya soy “lo que yo soy”… Es decir, nos hemos instalado sin saberlo en una trampa mental con forma de bucle, como un embrollo imaginario que intenta ver razón de ser en un sinsentido sin fin.

Continuando con nuestro particular recorrido como “buscador espiritual”, es posible que en algunos casos se nos despierte el interés por experiencias más sensitivas. Buscaremos entonces no ya sólo la acumulación de conocimiento para generar erudición, sino vivencias de calma, de integración; experiencias en suma que nos “absorban” por completo en su sentir y nos hagan olvidar por unos instantes el trajín mental en el que transcurre la mayor parte de nuestros días. La meditación, la yoga, las terapias sensoriales de grupo o la oración son algunas de estas vías.

El buscador debe comprender por sí mismo, por su propia experiencia (la mente debe comprenderlo sin fisuras), que jamás accederemos mediante los pensamientos a ese estado de plenitud que tan ansiadamente buscamos. Esta comprensión mental plena de su propia incapacidad no significa sin embargo que cambiemos instantáneamente tras haberlo comprendido, pues la comprensión mental -tan inevitable como necesaria en este proceso de “despertar”-, no altera la dinámica de nuestra mente, centrada en repetir patrones de pensamientos y conductas, muchas veces de forma inconsciente. La inercia natural de la mente seguirá tentándonos aun sabiendo que ése no es el camino, si bien lo hará por un tiempo y menguando en su intensidad como en una espiral, si persistimos con tesón y paciencia.

Llegado un punto, comenzaremos a ver con nitidez que hay que desechar la búsqueda desde el raciocinio y los pensamientos (algo que en los inicios de la búsqueda nos hubiera parecido quizás una locura). Vemos con absoluta claridad que la mente resulta inoperativa para este nuevo tramo, pues en él sólo existe la inmediatez: el eterno presente en el que va transcurriendo nuestra vida, la vida entera en su conjunto.  Comprendemos que no podemos mantenernos en la cresta del ahora al mismo tiempo que tratamos de evaluar este presente mediante un ilusorio distanciamiento del mismo (distanciamiento imaginario que sucede sólo mentalmente). Sería tan imposible como que un surfista intentara mantenerse al máximo en la cresta de la ola al mismo tiempo que centrara su atención en una nube fantasmagórica de pensamientos.

La vivencia consciente del presente exige una frescura, una liviandad, una presencia y una inmediatez que sólo sucede cuando conseguimos observar sin juicios todo lo que nos sucede “dentro” y “fuera” nuestro, en el único momento en que transcurre la vida: el ahora, en su constante fluir. Continuando con la metáfora surfera, vivir plenamente en el presente sería como surfear constantemente en la frágil y sutil cresta de la consciencia, observándolo todo con amor distante aunque incluyente, hasta al supuesto pensador de nuestros pensamientos y a sus reacciones. A esta ausencia del pensador que se cree la identidad de uno mismo se refería el bailarín Hans Bos al decir: “Mientras bailo no puedo juzgar. No puedo odiar, no puedo separarme de la vida. Sólo puedo estar alegre y entero. Es por ello que bailo”.

 

Próxima entrega: ¿Qué es ser consciente de la conciencia?

Categorías: Amor, Amor incondicional, Armonía, Arte, Atreverse, Barreras mentales, Certeza, Consciencia, Crisis, Dios, Espiritualidad, Felicidad, Gratitud, Inocencia, Libertad, Mente, Miedo, Muerte, Paz, Respiración, Vida

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