Aunque la Realidad es Una, la realidad que interpretamos como tal depende de la perspectiva en la que la percibamos.
A veces sucede como en este ejemplo fotográfico. Los medios de comunicación son expertos en manipular la percepción de una realidad, y saben que una buena acción atrapa menos nuestra atención que una imagen impactante, aunque –volviendo con este ejemplo- sepan también que forma parte de un todo cuyo significado es radicalmente contrario al que tratan de dar a entender.
También hay otros “enfoques” que nos impiden percibir la realidad íntegra, total, en todas sus variantes; enfoques que toman forma de prejuicios. Son enfoques más sutiles pero generalmente más drásticos en sus efectos. Prejuicios culturales, religiosos, morales: filtros que nos impiden desde el mismo instante en que fijamos nuestra atención ver con la pureza y libertad con que pudiéramos contemplar la realidad que nos rodea… y la que somos.
Filtros a veces provocados por nuestras experiencias traumáticas vivenciales pero ante todo por la domesticación a la que se nos somete para integrarnos en el paquete de creencias y prejuicios ideológicos, sociológicos, políticos y religiosos que conforman la sociedad en la que nos ha tocado vivir: la domesticación que se brinda como «educación».
Por eso un gran paso en nuestro descaminar de tanto condicionamiento, de tanta creencia falsa deliberadamente incrustada, de tanta inseguridad revestida de coraza, de tanta ignorancia y de tanto miedo, es aprender a observar cómo se desarrolla fuera y dentro de nosotros el proceso de los mecanismos de nuestras creencias y prejuicios: observar, en suma, que como aquel filósofo dijo “no sabemos como humanidad ni como individuos nada”.
Conseguir reposar sin bloqueos en la vulnerabilidad y el miedo que genera ignorar el sentido de vivir -de esta realidad que nos rodea, de nuestra identidad, de nuestra propia existencia-, es una vía excelente para recuperar –des/velar- la consciencia natural, innata y pura que nos sitúe íntegramente en la vivencia plena del presente: el único instante Real. La consciencia pura con la que nacemos. Sin juicios, sin palabras: sólo el goce, la vivencia plena, la desidentificación con la muerte y un yo… y algún que otro babeo.