Este anuncio de Nike contiene un valioso mensaje. La realidad, aplicable a gran parte de los países del mundo, es que los ciudadanos debemos ser el cambio que queremos ver en nuestros países, en nuestras ciudades… El rol matriarcal y patriarcal del estado debe dar paso a una implicación más activa de la ciudadanía; un actitud más honesta, más activa, más responsable, más madura. En último extremo, cada persona ha de dar el paso que sienta ha de dar, sin necesidad de esperar a que otros den por él su primer gran paso.
Por otro lado, no deja de ser irónico que una empresa del calibre de Nike -ligada a abusos de poder en las condiciones de trabajo en los países pobres que fabrican gran parte de sus productos-, se posicione en estos términos. Y quizás, lo más triste de esta situación que estamos atravesando, es el hecho de que una sociedad acabe ahogada en su propia moralina.
A ojos de extraterrestre, resultaría estúpido pedir disculpas por nacer con unos genomas y un género determinado. Esta clase de divisiones entre individuos vienen bien a quienes desean una sociedad confrontada consigo misma. Al fin y al cabo, la base del poder está en mantener a la sociedad sometida a un constante conflicto, porque si sus individuos se dieran cuenta del poder que tenemos cuando somos uno… Por eso también son necesarias estas campañas, respetables y originales en su mensaje, pues constatan en su sombra la triste realidad de una sociedad que vive en un mundo de etiquetas y conceptos proyectados en una ilusión virtual de redes tecnológicas que muchos consideran ya su realidad, su vida, su mundo.
La Realidad, la mayúscula, es sólo Una. Y todas nuestras interpretaciones, sensaciones, percepciones, imaginaciones -todo nuestro mundo subjetivo en toda su plenitud- fluye, como la de todo, en Ella. Esa sí vale la pena, pues en Ella -realmente-, todo y todos -en genero, raza y especie, desde el átomo más íntimo de nuestro cuerpo hasta la más lejana estrella- somos Uno.