Los peores miedos para la mayoría de las personas son justamente aquellos de los que no tenemos consciencia. Surgen de repente ante una situación que los activa. Suelen generar una contracción desagradable y punzante en una o varias partes de nuestro cuerpo, que suelen ubicarse en el centro de nuestra cabeza, garganta, estómago, rodillas, tobillos, etc. Miedos no asumidos que permanecen agazapados en nuestro ser.
Algunas personas recurren a la vía mental para intentar descubrir y eliminar esos miedos, indagando con algún especialista en su pasado para analizar entre ambos sus circunstancias personales y tratar de hallar -de hacer consciente- ese foco de dolor. Mediante el conocimiento de las circunstancias que lo generaron, se busca disminuir la intensidad de ese miedo hasta hacerlo desaparecer. Es un proceso largo, complicado y normalmente costoso. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, muchas personas han comenzado a recurrir a una vía más sensitiva, más experiencial, más intensa y directa. Un ejemplo es la alternativa que nos señala Rupert Spira en este video.Se trata de dar acogida y espacio a nuestros miedos ocultos (ya se expresen en forma de timidez social, culpabilidad, fobias, baja autoestima, etc.). Cuando nos encontremos ante una situación que dispare ese «miedo» -esa sensación intensa y desagradable que tanto nos trastoca-, en vez de huir o rechazarla, tenemos que intentar darle cabida. En la medida que nuestro estado nos permita, tenemos que intentar ser al menos consciente de cómo se desarrolla el proceso: de cómo surge una contracción punzante en nuestro cuerpo, de cómo nos afecta incluso en el habla; del estado, en suma, en que está afectándonos, y hacerlo en tiempo real, tal cual se esté produciendo -cabalgar en ello.
Esta observación ha de realizarse siempre con el mayor amor impersonal posible y sin juicio alguno; no se trata de sentir compasión por nosotros mismos como si fuéramos un pobre desvalido, pues eso sería una variante de una baja estima, si no un ego escondido. Se trata de amar impersonalmente la posibilidad de experimentar ese odio, ese miedo, esa timidez, ese deseo de no estar aquí, etc. Amar y abrazar la situación, dándole espacio y cabida para que suceda lo que haya de suceder, siendo testigos del proceso, incluyendo especialmente todo lo que más nos desagrade y descontrole.
Para intentar traer a la superficie esos bloqueos se suele emplear la respiración consciente, la atención observante y la yoga. Es lo que señala Rupert Spira y que ofrece con métodos experimentados en sus retiros.
Nosotros podemos brindarnos una sesión casera como toma de contacto, que iremos adaptando a nuestros gustos. Antes que nada, apartaremos de nuestra agenda un tiempo holgado (quince minutos, una hora…). Es preferible que antes de comenzar creemos un ambiente propicio para la introspección, como puede ser una iluminación suave, música relajante, velas, algún sándalo, buenas esterillas, etc. Comenzaremos realizando una sesión sencilla de yoga (en youtube hay excelentes clases para principiantes). Con un poco de paciencia tras varias sesiones de yoga, sabremos realizar una serie de posturas que nos ayuden a sentirnos más relajados o a desbloquear algunas zonas de nuestro cuerpo que se hallen especialmente tensas.
Cuando nos sintamos más cómodos realizando las posturas, podremos aprovechar mejor la sesión para ahondar mediante la respiración en las sensaciones de miedo que experimentemos, brindándoles acogida más que rechazo, dejándoles espacio y atención para que puedan manifestarse. Podemos inspirar y dirigir conscientemente esa inspiración al lugar que sentimos bloqueado, al tiempo que imponemos ambas o una de nuestras manos en esa zona. Se trata, en ese proceso de inspirar, de enviar la energía de la respiración al lugar concreto; de sentir lo que nos hace sentir esa zona y de espirar el aire, imaginando que con esa espiración se libera también parte de esa energía atorada. Unido a este ciclo respiratorio, podemos aplicar la imposición de nuestras manos en esa zona, pues intensifican y hacen más perceptible este proceso.
Tras darnos tiempo para adquirir cierta experiencia en las posturas y en el proceso de respirar y trabajar con las energías de nuestro cuerpo, es posible que consigamos que el grado de intensidad de ese miedo o bloqueo vaya disminuyendo. Por supuesto, siempre será inferior al que surgiría en una situación crítica que lo activara, pero, como también señala Rupert Spira en el video, al ir trabajando in situ en esas experiencias que tanto nos incomodan (acogiéndolas, aceptándolas), o bien mediante las sesiones caseras de yoga y relajación meditativa, irán reduciendo poco a poco la intensidad con que nos afectan.
Es una vía dual que puede brindarnos excelentes resultados: tratar de no huir ni traumatizarse por las experiencias que tememos, sino más bien agradecer su presencia y permitirnos poco a poco que esas emociones reactivas emerjan y sucedan. Darnos cada día, a ser posible, una sesión de amorosa atención mediante la respiración, la observación y el yoga; o si no podemos realizar ejercicios de este tipo, tumbarnos sin más en una esterilla o en un sofá y simplemente observar cómo se siente nuestro cuerpo -brindándole atención y escucha.
La enseñanza es clara y sencilla: no hay miedo más invensible que el miedo al miedo. Temer al miedo que tratamos de esconder es como dar refugio en nuestro ser a un fantasma de dolor. Se trata no de luchar, sino de darle (darnos) amorosa, impersonal, paciente, compasiva e indiferente acogida, para que en nuestra observación consciente y voluntaria, nuestra presencia se vacíe un poco más del miedo y de otros contenidos hasta su plena liberación.