El VIAJE DE RIDDHI

Cómo Transformar el Sufrimiento en Consciencia

Y entonces surge la pregunta: ¿Qué hago con todo esto que siento? ¿Descargo mi rabia en acciones impulsivas? ¿La reprimo fingiendo que no pasa nada? La vía advaita propone algo distinto. No se trata de ignorar lo que ocurre ni de resignarse. Se trata de mirar hacia dentro y descubrir quién en nosotros interpreta esa realidad como la única verdad posible. Porque el sufrimiento no nace fuera, sino en nuestra resistencia a lo que es.

Hay momentos en que el corazón se encoge. Momentos en los que la mentira, la injusticia o la manipulación social nos sobrepasan. La realidad colectiva puede tocarnos tan profundamente que nos cuesta dormir, pensar con claridad o mirar a los demás sin rabia o desconfianza.

Y entonces surge la pregunta: ¿Qué hacemos con todo esto que sentimos? ¿Descargamos la rabia en acciones impulsivas? ¿La reprimimos fingiendo que no pasa nada?

La vía advaita propone algo distinto. No se trata de ignorar lo que ocurre ni de resignarse. Se trata de mirar hacia dentro y descubrir quién en nosotros interpreta esa realidad como la única verdad posible. Porque el sufrimiento no nace fuera, sino en nuestra resistencia a lo que es.

Ahí empieza la libertad. Cuando reconocemos que lo que vemos afuera —el político corrupto, el periodista vendido, la sociedad atrapada en el miedo— es también un espejo de nuestras propias sombras, algo se aligera. Lo que nos conmueve es una oportunidad para recordar quiénes somos en lo profundo.

Somos más que votantes, clientes o datos estadísticos. Somos conciencia capaz de abrazar la realidad sin perder la paz. Y ese descubrimiento es una labor individual que nadie puede prohibirnos, incluso en tiempos difíciles.

No se trata de disfrazar el dolor con optimismo ingenuo, sino de sentirlo sin convertirlo en odio. De observarnos con honestidad, reconocer la reacción, aceptarla y elegir transformarla. Porque cada paso de claridad interior contribuye a la salud colectiva.

Lo más revolucionario que podemos hacer por esta sociedad no siempre es alzar la voz. A veces es callar primero, dejar de alimentar el ciclo de miedo y separación. Porque cuando recordamos quién somos, aunque sea un instante, algo invisible cambia en el conjunto.

Quizá hoy no tengas claro qué hacer con lo que sientes. Quizá la rabia siga ahí. Y está bien. No tienes que eliminarla. Solo mírala sin juicio, sin prisa por soltarla. Porque, a través de ese gesto sencillo y valiente, estás dando un ejemplo silencioso pero poderoso.

Si surge una acción, llegará con claridad, no como reacción impulsiva. Y si no llega… entonces tu silencio será tu ofrenda.

Esto también pasará.

Cuando nos atrevemos a mirar el sufrimiento sin juzgarlo ni reaccionar de ningún modo, descubrimos que no somos víctimas pasivas de las circunstancias. En realidad, somos responsables de la manera en que interpretamos lo que sucede. Cada pensamiento que alimentamos, cada emoción que rechazamos o aceptamos, da forma a nuestra experiencia.

Este cambio de enfoque no ocurre de un día para otro. Requiere compromiso, paciencia y una voluntad sincera de dejar de identificarnos con la historia personal que nos contamos constantemente. A menudo, volverás a sentir que la rabia o la impotencia toman el control, y eso no significa que hayas fracasado. Solo significa que estás aprendiendo a reconocer los movimientos profundos de tu mente y tu corazón. Cuando te des cuenta, agradécelo y mantén, cuanto puedas, ese estado de atención.

Si te cuesta permanecer presente, algo que nos sucede a todos, puedes comenzar por pequeñas pausas. Cierra los ojos un instante, lleva la atención al pecho y siente tu respiración. Observa el impulso mental de querer cambiar lo que estás sintiendo. Solo date cuenta, sin juzgarlo. Con el tiempo, estos gestos sencillos se convierten en un refugio al que siempre puedes regresar.

Recuerda que transformar el sufrimiento en consciencia no es una huida de la realidad. Es la forma más honesta de encontrarte contigo mismo y abrir espacio a nuevas perspectivas. Porque cuando comprendes quién eres más allá del relato de tu mente, el sufrimiento deja de ser un enemigo y se convierte en un maestro que, poco a poco, comprende que ya ha enseñado su lección.

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Categorías: Consciencia

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