Hace unas horas, la Organización Mundial de la Salud ha declarado que el brote de corona virus ya puede considerarse a todos los efectos como una pandemia global. El primer guiño a la serenidad es asumir estos dos conceptos: “Organización Mundial de la Salud” y “pandemia”. La OMS se ha visto salpicada por distintos escándalos en los que se ha impuesto el valor económico o político a lo que debiera ser el fundamento que declara su enunciado. Su vinculación con la poderosa industria farmacéutica es más que evidente. Una industria, la farmacéutica, que dedica el 90% de su presupuesto a la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos para enfermedades que afectan sólo a un diez por ciento de la población mundial, y que engloba el llamado primer mundo. La OMS como institución no se diferencia de otras grandes instituciones internacionales nacidas tras la segunda guerra mundial y con predominio norteamericano en su gestión. En el caso mencionado del negocio de los fármacos, la industria americana del sector domina el mercado de los 50 medicamentos más vendidos en el mundo.
¿Qué se puede extraer de estos breves apuntes? Pues que la OMS tiene un grado de fiabilidad, pero -como otras instituciones internacionales-, a veces persigue intereses que poco tienen que ver con perservar la buena salud de la población mundial. Aunque quizás lo más interesante a destacar esté en el segundo concepto: “pandemia”.
En el año 2009, la OMS modificó el significado del término “pandemia”, supuestamente por presiones de la industria farmacéutica. Hasta este año sólo se podía considerar una situación de pandemia cuando se tratara de “una infección por un agente infeccioso, simultánea en diferentes países y con una mortalidad significativa en relación a la proporción de población infectada”. A partir de ese año, la OMS decidió considerar el estado de pandemia como “la propagación mundial de una nueva enfermedad”, sin tenerse ya en cuenta el crucial dato de la mortalidad que dicha enfermedad pudiera potencialmente generar. Este cambio en su definición resulta radical, suficiente como para cambiar por completo la gravedad que antes señalaba el término «pandemia».
Sin embargo, en el impacto emocional del inconsciente colectivo de todo el planeta, el término “pandemia” sigue unido irremediablemente al terror por las escenas de muertos en las calles y de sociedades en estado caótico por la alta mortalidad de sus ciudadanos. Y lo más preocupante: el término “pandemia” evoca en nosotros el miedo al dolor, a la violencia, a las enfermedades y a la muerte; al más poderoso de los miedos: el miedo al miedo… Si a esta situación unimos la gestión irresponsable de los medios, bombardeando constantemente a los ciudadanos con el pavor a esta enfermedad, nos encontramos con una población sumida en el miedo, temerosa una de los otros, atrincherada en su temor y rodeada en su momentánea locura por una montaña de papel higiénico (como misteriosamente está sucediendo en España).
En este video, El doctor español Jesús Candel, conocido como ‘Spiriman‘ en las redes sociales, aconseja con fervor que quienes padezcan este patología «tomen paracetamol, beban mucha agua y pasen el mal trago en casa», como antiguamente se hacía. Es la manera más sana y eficaz para no «ayudar» a convertir esta psicosis colectiva en un verdadero colapso. Situación psicótica debida en gran medida a la mala y escasa información facilitada a la población y por una gestión gubernamental y de los medios de comunicación interesada más en sus propios intereses que en los valores que dieron origen a su constitución.
Ojalá la población global salga más reforzada de esta aparente pandemia. Ojalá pronto vuelva la inestabilidad e indignación de todos los días, para poder seguir al menos soñando con un futuro en el que la sociedad sea dueña de su destino y los ciudadanos, como individuos, puedan obrar con sus vidas en salud y libertad. Ojalá, mejor aún (más cercanos al menos a la realidad cotidiana), aprendamos como individuos y colectivos dos grandes verdades: una, que nada es seguro en esta tierra, ni siquiera nuestra vida; y otra, que los gobiernos son tan imperfectos como las personas que los conforman, necesitando para mantenerse fieles a su función, de una sociedad soberana que se implique firme, activa y responsablemente en su gestión.
Y en lo personal, retomando la temática que normalmente abordamos en este espacio, sirva esta experiencia colectiva para saber acoger al miedo, a darle cabida, pues un miedo al que no se le teme nos brindará un espacio sanador; y en todo caso, una enseñanza de vida. De igual modo, un miedo al que se le teme nos aísla en una identidad que no somos, nos corta las alas y nos vuelve un poco muertos en vida.
No te dejes infectar por el miedo, permanece lo que más puedas en casa, cuida tus alas… y apaga la tele 🙂 ¡Salud!