El VIAJE DE RIDDHI

Cuando la Ciencia se rindió al Espíritu: Jung y el germen espiritual de A.A.

Carl Jung y Rowland H. abrazándose como buenos amigos, en una imagen simbólica del vínculo espiritual que inspiró el nacimiento de Alcohólicos Anónimos.

Carl Jung y Rowland H., unidos por una comprensión profunda: cuando la psicología se rindió ante lo espiritual.

En los años previos al surgimiento de Alcohólicos Anónimos, un psicoanalista suizo y un empresario estadounidense protagonizaron un encuentro aparentemente menor, pero que cambiaría para siempre el modo en que entendemos la adicción. Ese psicoanalista era Carl Gustav Jung. El empresario, Rowland H.

Rowland llegó a la consulta de Jung buscando lo que tantos antes que él habían anhelado: una cura para su dependencia del alcohol. Realizó un año de tratamiento intensivo. Aunque salió fortalecido y esperanzado, al poco tiempo la recaída lo devolvió al abismo.

Con humildad volvió a ver a Jung, esperanzado en que quizá otra nueva estrategia le ayudaría a sanarlo. Lo que recibió fue, sin embargo, una verdad que lo desarmó por completo: “No puedo ayudarte. La medicina y el psicoanálisis han fallado aquí. Sólo en muy contadas ocasiones un cambio profundo ha ocurrido, y siempre ha sido mediante una experiencia espiritual de transformación radical.”

Lejos de cerrarle una puerta, Jung le había abierto otra mucho más profunda. Le habló de ejemplos del pasado, de personas atrapadas en compulsiones que solo se liberaron al entregarse a una realidad superior. La perspectiva de un «milagro» activó en Rowland el germen de una búsqueda radicalmente distinta: se unió a los Grupos de Oxford, una red espiritual basada en principios como la entrega, la humildad y el compartir. Y allí se transformó. Pero lo más trascendente aún estaba por llegar.

Rowland compartió su vivencia con un conocido suyo, Ebby T., quien a su vez inspiró a un hombre atrapado en la misma prisión del alcohol: Bill Wilson. La cadena estaba completa. De ese último eslabón —Bill— nacería el movimiento mundial de A.A. (Alcohólicos Anónimos), y sus conocidos “Doce Pasos”, anclados en el reconocimiento de un Poder Superior y la necesidad de absoluta rendición.

Jung no fundó A.A. ni escribió sus principios, pero sí encendió su mecha. Su intuición arraigada de que ciertas heridas del alma solo se sanan a través de lo trascendente fue la semilla de una revolución silenciosa: la espiritualidad no como refugio o adormidera, sino como una medicina poderosa y real.

Este gesto aparentemente sencillo —el de Jung al reconocer humildemente los límites de la ciencia y señalar la necesidad de una transformación espiritual, y el de Rowland al aceptar ese llamado— convirtió al psicoanalista suizo en un testigo invisible, pero decisivo, en uno de los movimientos de sanación colectiva más importantes del siglo XX.

Categorías: Carl Jung, Consciencia, Dios, Espiritualidad, Mente, Muerte, Paz

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