El VIAJE DE RIDDHI

«De Maestros y Discípulos», por Cristia

459 maestro y discipulo

Todos somos maestros y discípulos.

Ser maestro es fácil, muy fácil. Nacemos, vivimos y morimos siéndolo sin que tengamos que hacer nada especial para ello.

Ser discípulos es más difícil porque sólo nacemos con la semilla que habremos de desarrollar con nuestro trabajo, si así lo deseamos.

El maestro, el Portador de la Enseñanza, está por doquier, pero el discípulo despistado, aletargado, distraído, inmaduro…no lo percibe y, en consecuencia, aquélla -la Enseñanza- no es aprovechada.

El cosmos, la naturaleza, las criaturas…exhiben la Enseñanza; incluso el hombre, el ser humano, es su portador, pues los hombres son grandes maestros a través de los que aprender qué es lo correcto y qué no lo es.

La Enseñanza se nos depara y muestra por la afirmación y la negación; busca caminos para llegar a la consciencia del discípulo valiéndose de todo tipo de lenguaje: estético, simbólico, sentimental, discursivo, místico…Pero, ay, cuando el aplicado discípulo aprende a aprender, cuando está preparado… entonces “el maestro aparece”, esto es, la Enseñanza se le revela.

En realidad, siempre estuvo ahí, pero ahora el discípulo debidamente preparado la capta, la absorbe, la asimila, se nutre de ella pasando ésta a ser carne de su carne y sangre de su sangre; está en el aire que respira, en los sonidos que escucha…

Todos los sentidos físicos están abiertos y “educados” para captar adecuadamente esta Enseñanza que ahora, ante el discípulo, se derrama generosamente. Y no sólo las puertas sensoriales sino las mentales y afectivas están abiertas de par en par; todo el ser del discípulo se abre a ella. Y la Enseñanza penetra día y noche, en la vigilia y en el sueño, hasta que el discípulo la transforma en acción, en obras. Ahora está maduro.

Pero no hay final en la labor de aprendizaje del discípulo. La Enseñanza progresivamente se hace más sutil y el discípulo es conducido de su mano a fascinantes instancias  donde los prodigios se le revelan y el misterio se insinúa…Y el discípulo aprende a reconocer todo ello en su mundo físico, mero reflejo del sutil: en la sombra proyectada de un árbol, en la caída de una hoja, en el incesante fluir del río, en el gato cazando al ratón…En la vida y en la muerte, en el dolor y en el gozo…

Y como la tarea del discípulo nunca acaba -sólo termina con su muerte, no antes-  siempre hay más; cuando cree llegar al fondo del abismo, éste se la revela aún más profundo; la cima más alta y la oscuridad más tenebrosa…y será así mientras el discípulo se autoperciba.

¿Y el maestro ? ¿En qué se ocupa el maestro?

El maestro tiene dos facetas, dos aspectos. Hablamos de uno: el portador de la Enseñanza. El segundo sería una suerte de partera que ayudase al discípulo a “dar a luz” a la Enseñanza que porta en su propio interior. En realidad, ambos aspectos son indistinguibles e inseparables. Y, cuando el discípulo no desea aprender, nada puede hacerse en contra de ello. Su voluntad es respetada.

En la tríada maestro-Enseñanza-discípulo, es éste último quien marca la velocidad y el ritmo.

Llegar a la “excelencia” como discípulo es todo un desafío para el humano y una gran responsabilidad que no todos perciben con igual prontitud.

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4 Comentarios, RSS

  1. cristian

    Gracias ,Juan,por colgarlo.

    Sinceramente,en su momento escribí el texto para aclarar y ordenar mi persona frente a este asunto.LLevaba años en un cajón pero es agradable poder compartirlo.

    Gracias Isabel y Juan.

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