Despedidas muestra en lo concreto las vicisitudes de Daigo Kobayashi, a quien las circunstancias le animan a volver junto con su esposa a su pueblo natal, alejados del caos de la gran ciudad.
Por lazos del destino consigue un puesto de trabajo como embalsamador; puesto que acepta motivado por la necesidad y el error que le hizo responder a esa solicitud de empleo, creyendo que era una actividad bien distinta.
Estos datos personales se difuminan ante el tema principal de la obra: nuestra repulsión a la muerte y la necesidad de que comprendamos y aceptemos su necesidad, su significado: su belleza. Es de destacar la delicadeza minuciosa con que se ejecuta el amortajamiento, proceso que se realiza ante la familia, con un gesto de honra hacia el cuerpo del fallecido, que no deja de ser en los hechos un acto de consuelo a los que se quedan en el Camino.
Nuestro protagonista ha de vencer el resquemor de su mujer y sus vecinos ante un oficio que se considera impuro. Será el paso de la vida y el cruce de sucesos los que les hará comprender lo sublime de su labor: otorgar de dignidad, de excelsa belleza, al ritual de la última despedida que dan los familiares al cadáver de sus muertos.
Resulta también interesante cómo se aborda esa repulsión a los cadáveres humanos comparado con nuestra alimentación, centrada en gran medida en el consumo de cadáveres de animales. En todo caso, todos estos temas -a priori escabrosos- se tratan con tacto, elegancia, dulzura y un toque de humor blanco y negro.
Ganadora del Oscar a la mejor película extrajera en 2008, esta obra de Yojiro Takita se deja ver con un punto intermedio de ternura y tristeza, tanto por el tema en sí como por la trama interna que recorre a sus personajes. La carencia de padre, el encuentro con el Maestro, los prejuicios sociales, la realización personal mediante el trabajo, la gratitud de quien recibe un servicio que supera todas sus expectativas, la bella dignidad con que puede revestirse un suceso hiriente.
Una película agridulce, pero justo en su centro: ni lo agrio llega a resultar desgarrador ni lo dulce, alegre por completo. Tristería existencial -tragicomedia que trasciende lo cadavérico.
Podríamos enlazar este tema con el asunto que tratábamos el otro día sobre la falsa división que creamos,en el tema «Orfandad del pensamiento..» (o algo así.Con la muerte pasa lo mismo:quien desee asumir plenamente el vivir,tal y como es,ha de asumir el morir,y asumirlo como es,sin menoscabarlo ni distorsionarlo.Son las dos caras de la misma moneda,que es el ser aquí y ahora;si quieres la moneda has de tomarla entera.Y podríamos hacerlo extensivo al sufrimiento,infelicidad…Al displacer.
Y lo mismo aplicado al concepto belleza porque,si nos adentramos en la esencia de lo que es Belleza,ésta exite también en la muerte,en el morir y en el sufrir…no estoy hablando de sado-maso aunque soy consciente de que expongo mi personal punto de vista ,que tampoco «va a misa».
Me gusta que traigas este tema,la muerte.Para mí,desde que tengo memoria,es «el tema»(todo lo que implica me refiero).Gracias Juan.
Saludos.
Cierto. El mismo respirar nos enseña que tomar lleva implícito soltar.
Es curioso que la sexualidad y la muerte puedan ir tan de la mano; al fin y al cabo, el orgasmo es una especie de muerte, de entrega total. La propia muerte puede engendrar un sentido de belleza, si la persona que lo vivencia puede ir más allá del dolor. La certeza vívida de nuestra transitoriedad supongo que hará experimentar en su máximo potencial la singularidad de cada instante.
La muerte es el tema de los temas, como reverso de esa moneda que en cara y cruz es vida.
Un cordial saludo, cristian, y gracias por tus comentarios 🙂