Volker Sommer, catedrático de antropología evolutiva de renombre internacional, publicó sobre los años noventa un tratado ameno, interesante y bastante revelador: “Elogio de la mentira”.
En él, plantea la hipótesis de que la mentira hacia el exterior o hacia nosotros mismos sea una forma natural de supervivencia. Al igual que Maquiavelo en “El príncipe”, considera a las artes de la manipulación y del engaño como una realidad inevitable en los mecanismos evolutivos de la existencia, tanto sea por cuestión de supervivencia, o como mera táctica del juego amoroso.
Es interesante constatar cómo las plantas engañan a otras especies -y a aves e insectos- bien sea para evitar ser engullidas, bien para obtener beneficio de su presencia. De igual modo, los insectos son maestros consumados en el arte del engaño y la simulación, con iguales fines de supervivencia o de parasitismo. Los animales tampoco se escapan del uso del engaño, tanto para eludir ser cazados por otros animales, como para manipular la conducta de los de su misma especie.
Y luego, claro está, el hombre, que tampoco se libra de esta realidad, por más que intentemos -en nuestra base de comportamiento social, en la expresión de nuestros pensamientos e incluso ante nosotros mismos-, convencernos de que no usamos la mentira y el engaño; y de castigarnos con la sensación de culpa si nos encontramos ante la evidencia de tal realidad en nuestros actos.
Como explica Volker Sommer en su libro, no es que la mentira sea digna de ser elogiada ni fomentada. Pero lo aceptemos o no, está ahí, presente en nuestras vidas y en la de todas las razas y especies que pueblan el planeta, por más que nos parezca una realidad molesta, vergonzosa, como individuos y como sociedad.
Dicen que el primer paso para superar algo es comenzar por aceptarlo sin juzgarlo ni desvalorarlo: lo que es y está, es lo que es. A partir de ahí, es posible que lleguemos a mejorar nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con la sociedad en la que vivimos.
¡Muy bueno!
Aunque me gustaría hacerte una petición, que después de tu experimento sigas desarrollando el texto con el que habías empezado… 🙂 🙂
Algo parecido tenía pensado hacer (no tanto por el texto sino por el tema). Y ahora que me lo sugieres, con más razón. Gracias Maru por tu comentario.
Me permito sugerir, junto al de Maquiavelo, el nombre del gran Gracián como maestro insuperable en ese humano, necesario arte tan necesario para la vida, particularmente la social.
Comparto tu sugerencia. Y para quien quiera disfrutar de su saber del “arte”, aquí tiene este enlace a una de sus mejores obras.
http://www.personal.able.es/cm.perez/prudencia.htm
Gracias Pablo.
Sus Obras Completas son desde hace años mis compañeras inseparables. Lo triste es que no se note mucho. Pero eso no es demérito suyo, sino mío.
Gracias a ti, Juan.