Pasados los primeros días de la euforia colectiva, a nadie le sorprende la reacción internacional ante la gesta de la actual selección nacional de fútbol. Desde Alemania hasta Argentina, la prensa mundial ha valorado muy positivamente el juego de este equipo tanto por los logros obtenidos como por la calidad de su juego y la actitud de los jugadores dentro y fuera del terreno.
Es comprensible que un espectáculo de masas y un colosal negocio como es el juego del fútbol en España, haya provocado una auténtica revolución. Si a esto unimos la imagen nacional, duramente deteriorada respecto a sus socios europeos y a nivel internacional a raíz de la mala gestión realizada por sus gestores durante décadas, resulta aún más comprensible que la famosa pasión española se haya manifestado estos días en forma de presencia masiva en las calles luciendo la bandera nacional o prendas con los colores de nuestra enseña.
Esta perspectiva deportiva o mediática no nos interesa; tampoco el vínculo entre el mundo de los negocios, el de la política y el deporte rey de masas. Lo que queremos resaltar es el genio humano de un grupo de personas que han trabajado durante años para ahora ver recompensado en logros su esfuerzo, su fe y su persistencia.
Hay distintos factores que trascienden lo deportivo y que pueden ser aplicados a cualquier faceta de nuestra vida. Estos factores se han manifestado luego en el campo de juego cosechando como equipo todos estos éxitos. Factores como:
El fin del equipo es el fin de todos: todos los jugadores han trabajado con la mentalidad de grupo, centrados en un interés común, sacrificando personalismos, apoyándose unos en otros sin excepción, alternando funciones que no les eran propias pero que ayudaban al fin del equipo.
La humildad en el esfuerzo: a pesar de su carácter competitivo, no se ha recurrido a una actitud agresiva ni al menosprecio de los contrincantes ni de las circunstancias que concurrían en sus encuentros. Se ha mantenido un espíritu de camaradería, discreto, elegante, volcado también durante los noventa minutos de los encuentros.
Lejos de jugar a la agresividad psicológica previa a los partidos, los jugadores han demostrado sus cualidades en el encuentro, no entrando al trapo en las descalificaciones o críticas que trataran de justificar o desvalorar desaciertos propios y aciertos ajenos.
Tesón. Los jugadores han demostrado un espíritu perseverante, implicándose en su labor y no dando nunca por perdido o ganado ningún partido. No se han conformado ni resignado con lo que el marcador reflejaba en cada instante. Han salido a darse de forma inteligente en cada encuentro.
Entusiasmo. Todos los jugadores se han volcado en la labor a realizar, ayudando en las distintas posiciones, adaptándose como un todo a las necesidades que el juego les exigía a cada uno de ellos. Pocas veces, si es que ha habido alguna, los jugadores han protagonizado un rifirrafe entre ellos durante ningún encuentro; estaban volcados de forma entusiasta en el fin conjunto de ganar el juego.
Honestidad. Los jugadores han mostrado un comportamiento deportivo, rehuyendo del llamado juego sucio, embrollador o violento, aunque sin renunciar a la agresividad combativa propia de cualquier encuentro. Han sabido valorar la valía de sus contrincantes y reconocer los errores cuando los hubieron.
Los jugadores han conseguido sorprender y deleitar a los amantes de este deporte en todo el mundo, y ha sido por la elegancia, la calidad y el disfrute con que han practicado el fútbol que les propuso su entrenador. Incluso quienes no somos ni amantes ni seguidores de este deporte, apreciábamos la conexión existente entre los miembros del equipo y su visión volcada en el desarrollo del encuentro.
Eran algo así como los Harlem Globetrotters del fútbol, haciendo malabarismos con la pelota y con su juego. Esta actitud sólo es posible cuando existe una técnica, una preparación y una predisposición, pero también una entrega gozosa en el disfrute del momento.
El genio de la Roja lo expresaba también su entrenador, Del Bosque, comedido como de costumbre en sus expresiones pero firme y combativo en sus decisiones. Él ha conseguido integrar a una serie de jóvenes deportistas de élite en un proyecto común que exigía de ellos humildad, ilusión, esfuerzo y entrega. Ése creo que es el verdadero genio de la roja: creer en un proyecto común y vivirlo como propio.
Y ésta es, finalmente, otra positiva consecuencia de lo vivido gracias a esta Eurocopa por parte de la selección española: darnos cuenta del factor humano de los jugadores. Personas que normalmente son reducidas por los medios de información a meros juguetes de idolatría, aquí recobraron su humanidad y en algunos gestos su nobleza.
El genio de la roja es aplicable a cada persona, especialmente cuando no encuentra apoyo ni valores ni en su gobierno, ni en la sociedad de la forma parte. Esa latir humano, ese coraje y esa energía la llevamos todos dentro, como genios de la vida que jugamos cada día nuestro propio encuentro.
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Publicado simultaneamente en Fundacion Civil
Amén.
Y lo hacemos extensivo al encuentro a jugar como sociedad.Lástima que aún no nos movilicemos para asuntos de la vida no futbolera o deportiva,como lo hacemos para estos otros eventos deportivos.
Quizás haya que buscar, más que razones y datos, iniciativas que sintamos como nuestra. O eso, o dejar que la situación se siga desmoronando y al final se actúe por pura desesperación o supervivencia. En todo caso, la sociedad comienza por uno mismo.
Totalmente de acuerdo. El grito de guerra «Yo soy Español, Español, Español» creo que refleja todo esto. El secreto posiblemente está en la unidad, o en involucrarse en algo común. En esencia todos somos iguales. ¿Por que no TODOS nos preocupamos por el planeta Tierra? ¿Qué diferencia hay entre un indio y un alemán? Gracias Juan, un abrazo.