Todos tenemos ese sol en nuestro interior, aunque no podamos ver su luz, aunque lo tengamos apagado. Es un diamante en bruto que todavía permanece oculto, cubierto de polvo y telarañas. Está dentro, esperando a ser descubierto mientras nosotros andamos distraídos en la exploración y en la vivencia del mundo exterior, cuyos hilos tiran de nosotros, arrastrándonos en sus largos y tortuosos caminos, acumulando en el proceso cansancio y desvitalización.
El diamante, el sol, sigue dentro, esperando que le encontremos. Un día le contactamos y a partir de entonces nada vuelve a ser igual. Es un néctar al que queremos volver. Es un lugar en el que mana el agua viva y potente que nos limpia por dentro y por fuera.
Esa lámpara está ahí. Nos dota de fuerza. Nos recuerda que somos almas. Esto a su vez nos habla de inmortalidad… Y ese sol interno, si lo trabajamos, acabará siendo un sol externo hasta que un día los seres humanos alcancemos nuestro destino de andar por la tierra emitiendo luz.
En tanto llega ese día, busquemos ese sol, sonriamos a su existencia y a sus infinitas posibilidades.
«El sol es para nosotros la mejor representación de Dios, pero para impregnaros con esta verdad, debéis realizar todo un trabajo interior con su imagen. Porque podéis contemplar el sol durante años, pero mientras no sintáis que vibra, que irradia, que palpita en vosotros, os será extraño, no os dirigirá la palabra, incluso de nada servirá ir a saludarle por la mañana a su salida. Os calentaréis un poco, os vivificaréis un poco, recibiréis algunas calorías, algunas «vitaminas», y nada más.
A través del sol físico debéis esforzaros en hallar este sol interior que es el signo de que la Divinidad habita en vosotros. Y es así como un día no tendréis necesidad de ningún intermediario entre vosotros y Dios, tampoco del sol, porque será en vosotros, en vuestro sol interior, donde Le hallaréis.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86)
Pensamientos cotidianos. Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española www.prosveta.es
Bellísimo mensaje, reflejado en una extraordinaria imagen.
Que el amanecer interior nos inunde a todos!
Un abrazo:-)
BeT
Gracias por compartir con nosotros este bellísimo tópico… Yo te bendigo… GRACIAS!
Que así sea Bet. Un abrazo.
Gracias Fernando. El mérito es de Joaquín Tamames, por haber sido capaz de sintonizar y expresar esta inmutable realidad de forma tan natural y bella.
En los tiempos de los portadores del fuego, los más anianos, casi siempre mujeres, viajaaban con la tribu portando el juego, para que en el lugar elegido, el hoga, se encendiera, calentara, protegiera, uniera, facilitara la alimentación y la protección del grupo contra las fieras.
Esa tradición del hogar se perdió en algún momento de la modernidad y fue reemplazada por los objetos mediáticos de nuestra cultura occidental, impuestos a nuestra civilización en el impuslo de la globalización.
Era una especie de sol errante, portatil, sagrado, a partir del cual se construyó la tradición oral.
Hola Carlos,
La permanencia del carácter mágico y sagrado del fuego se manifiesta cuando las personas observan ensimismadas su crepitar y los arabescos que crean sus llamas.Posiblemente, en esos instantes de ensimismamiento conectemos con esa tradición que comentas y que permanece como rasgo innato en nuestros genes.
Gracias por tu comentario, me ha parecido muy ilustrativo e interesante.
Hola Juan,siempre en sintonia.El otro dia vi en una revista un articulo sobre el, yo no lo conocia pero vi que daba una conferencia aqui en madrid a primeros de junio y me parecio interesantisimo.Gracias por recordarme que tendria que apuntarme.
Un abrazo