“Joker” o “Guasón” pertenece a esas películas que ganan con el tiempo. Hoy en día se trata de una obra odiada por unos y alabada por otros; rasgo que suele destacar a las películas que nos sacuden por dentro, señal inequívoca de su singularidad. Y es precisamente esta singularidad la que la hace incomparable con otras obras, aunque contenga elementos muy tangibles.
Desde su título hasta los créditos, la película mantiene la estética propia de las obras de comics de superhéroes, aunque en este caso nos encontremos con un ser humano que se siente ninguneado por todos y que, según avanza su relato, tiene razones circunstanciales más que suficientes para sentirse despreciado por la existencia entera.
El film nos ofrece el bosquejo de un inadaptado social, tratado como una pieza tarada y sin dignidad. Precisamente en el trato cotidiano que recibe de la sociedad y de sus congéneres se halla, a mi entender, la verdadera violencia de la película. Esa violencia soterrada y grotescamente maquillada, como algunas de las máscaras del personaje, con el eufemismo de «trato social»; trato que la película se encarga en situar en su justo plano: como mera hipocresía pragmática en el mejor de los casos, y pura bajeza moral en los momentos más ruines y turbios. La película también contiene cierta sublimación de la violencia física, del poder de afirmarse mediante la derrota del otro, en la línea que plasmó “La naranja mecánica”, aunque mucho más limitada en escenas explícitas que la obra de Kubrick.
Varias veces aparece esta reflexión escrita a puño y letra por el personaje: “Ojalá mi muerte tenga más sentido que mi vida”. Es una reflexión brutal, enfermiza para muchos, pero que contiene ese halo de incomprensión que a veces nos sacude a todos cuando colapsamos ante las circunstancias de la vida y nos preguntamos si no estaríamos mejor muertos; si quizás, sólo Dios sabe, la muerte sea al final el cielo en la tierra. Son picos, experiencias valle que apenas duran segundos desde la escala del tiempo. En el caso de nuestro personaje, Arthur Fleck, se trata de un proceso de desmorronamiento progresivo en el que esos episodios se suceden frecuente e intensamente, en parte por su patología clínica y sobre todo -quizás causa de su patología- por sus duras circunstancias, que empeoran según avanza la trama.
Es una obra que ganará con los años porque entonces podrá ser vista con el debido distanciamiento y apreciar así la valía que tiene por sí misma. Dependiendo del espectador, «Joker/Guasón» quedará como una película que aborda la historia de este personaje de comic, o bien como una representación de la labor aniquiladora que tiene la sociedad frente al ser humano, al que reduce a «ciudadano», «contribuyente», «votante», etc; segmentos anodinos de población que son para la sociedad, en definitiva, amontonamientos estadísticos de números sin misterio, dignidad ni alma.
Este abanico de interpretaciones del film depende de los espectadores, pero lo hace posible el buen trabajo de dirección de Todd Phillips, así como -principalmente-, la magistral labor de “desnudo” que realiza Joaquin Phoenix, al bordar en su cuerpo, su rostro y su mirada la intensidad expresiva extrema de emociones, sentimientos y estados agónicos que vive el personaje. Intensidad a niveles de Jack Torrance (Jack Nicholson) en “El Resplandor” o Travis Bickle (Robert de Niro) en “Taxi driver” (cuyo breve papel en esta película pasa -dentro de su status en el olimpo de los actores-, sin pena ni gloria).
Si le llama esta película pero no desea que le muestren escenas violentas de visceras, cuerpos rotos, etcétera, puede verla sin ningún problema. Cierto que hay escenas de disparos y una muerte escabrosa con un objeto punzante, pero la película no se recrea en ellas. La verdadera molestia se halla quizás en ese submundo en el que habita ese personaje, que en gran medida, quizás inevitablemente como sombra inmutable de nuestra condición humana, se halla hoy en día exponencialmente presente en el rumbo que parecen llevar las sociedades occidentales: deshumanización de las personas y anulación de su condición humana, tras haber conseguido que ellas mismas se esclavicen en un insaciable roll de ansiosos consumidores de deseos en forma de substancias, experiencias y cosas.
Al margen de valoraciones, es también una película con sus gotas de humor efectivas y que hacen más llevadera esta reflexión de nuestra tragicómica mascarada en busca de una identidad aceptable socialmente que dé sentido y amor a nuestro insoportable sinsentido de existencia… sin el amor que ya somos.