El gran Borges no creía en la Democracía. Para él, habría que dejar primero un tiempo prudencial para la maduración de la ciudadanía, postergando «las próximas elecciones unos trescientos o cuatrocientos años».
Un ideal vivo que necesita de la implicación constante y madura de la población para evitar que se pervierta. Perversión que generalmente tiende a suceder por presión o dejadez, como reflejo de los cambios constantes que conforman parte inexorable de nuestra existencia. Al fin y al cabo, las sociedades aglutinan a sus individuos mediante ideales o miedos; engaños por conveniencia, en la mayoría de los casos.
En boca de uno de los comentarios mejor valorados sobre esta entrevista: «De cuando el tiempo en televisión valía oro».