«De la naturaleza he aprendido a pensar en otras escalas temporales. ¿Qué son dos o tres años de nuestra vida en comparación con la vida de un oso (treinta años) o un río de diez mil años? La edad de los árboles se percibe de otra manera cuando se está rodeado de ellos. La paciencia de los árboles me conmueve siempre que contemplo un viejo roble. Saber que semejante árbol crece durante trescientos años, vive trescientos años y muere durante trescientos años ha cambiado mi manera de pensar. El mundo vive y piensa en otras escalas temporales y no se preocupa por mí en absoluto. Eso es enormemente liberador.
[…]
Al contrario que muchas personas, los lobos no lo valoran todo en función del resultado. Para nosotros, no saber hacer algo (al instante) puede representar una humillación. Creemos que no podemos permitirnos errores, nos dejamos dirigir por teorías sobre resultados y comparaciones y, a menudo, nos frustramos. Así, olvidamos con frecuencia lo estimulante que puede ser aprender algo nuevo. Sin embargo, para ellos debemos cultivar el arte de la paciencia. Lo esencial de la paciencia es aceptar el ritmo de vida de la naturaleza y no intentar adaptarlo a nuestro reloj humano».
«La sabiduría de los lobos», de Elli H. Radinger