Esta imagen de una mujer tuareg ciega ha dado origen al último documental de Wim Wenders, “La sal de la tierra”. El director descubrió esta fotografía en una galería y desde entonces, hace más de veinte años, preside su escritorio. Su autor es Sebastião Salgado, como posteriormente sabría.
Sebastião Salgado fue el único varón entre siete hermanas. Dado que era un ejemplar estudiante, su familia le había procurado una prometedora carrera como economista en el Banco Mundial. Pero un día su mujer tuvo la ocurrencia de comprar una cámara fotográfica para sus trabajos de arquitectura. Gracias a esta cámara, que casi siempre usaba él, Sebastião Salgado pudo descubrir su gran vocación: la fotografía. Finalmente tuvo que elegir entre la carrera para la que se había estado preparando toda su vida, o bien renunciar a ella y empezar de cero como fotógrafo, siguiendo la sabiduría de su corazón. Y así hizo: dijo adios a su futuro como próspero economista y se convirtió en fotógrafo sin ningún conocimiento en la materia.
Entre su esposa, Lélia Wanick y él, crearon un pequeño laboratorio partiendo de cero. Tras varios trabajos fotográficos que le permitieron abrirse camino, tuvo su gran oportunidad en un proyecto fotográfico de encargo: “Otras Américas”. Este trabajo le llevó ocho años en la Sudamérica más profunda. En ese tiempo visitó Ecuador, Perú y Bolivia. Pudo conocer a también grupos étnicos minoritarios, como los Saraguros [imagen], una comunidad indígena del sur de Ecuador, muy creyentes y grandes bebedores de alcohol. O a los Tarahumaras [imagen], una tribu de gente altiva y grandes corredores de fondo; literalmente, andan corriendo. O a los Mixes [imagen], en el estado de Oaxaca, en México, campesinos que viven empleando útiles de labranza de la época medieval; adoran tanto la música, que quienes saben tocar algún instrumento no trabajan en el campo sino a jornada completa como músicos.
Posteriormente, fotografiando el nordeste de Brasil, su tierra natal, contempló tanto sufrimiento entre sus gentes que lo transformó. Su papel como fotógrafo adquirió un nuevo sentido. Surgió entonces el trabajo “Sahel, el fin del camino”. Trabajó con “Médicos sin fronteras” realizando este reportaje sobre el hambre. Allí se encontró con el mayor campo de refugiados en la historia de la Humanidad. Con su trabajo [imagen] quiso mostrar al mundo que había una parte de la Humanidad que vivía en la miseria por un mero problema de reparto de los bienes esenciales; un problema que continúa perpetuándose. El hambre causa malestar físico, pero es la debilidad que genera lo que abre la puerta a las enfermedades que matan, como el cólera. Vio mujeres jóvenes pero envejecidas por una mirada vacía ante tanto sufrimiento. Como esta mujer [imagen], sosteniendo a su bebé escuálido, contemplando impotente cómo su marido fallece de hambre a sus pies. En tales condiciones la gente se acostumbra a la presencia cotidiana de la muerte, diariamente.
Según las creencias coptas (los cristianos que viven en Egipto), el cuerpo debe de estar limpio para el encuentro con Dios, por lo que no recortaban el uso del agua para este fin aunque apenas quedasen reservas para paliar la sed [imagen]. En estas tierras de abandono y pobreza es la familia la que prepara y adecenta a sus muertos. Mientras, el gobierno retiene los alimentos e impiden que lleguen a la población, como ocurrió en esta ocasión. En palabras de Sebastião Salgado, “Fue una deshonestidad política brutal”. Afortunadamente sus fotos [imagen], [imagen] llamaron la atención al mundo sobre los dramáticos efectos que tenían las sequías en Etiopía o Mali.
Pasado este periodo comenzó su obra “Trabajadores”, que le llevó seis años visitando la arqueología de la era industrial, los trabajadores del acero en la Unión Soviética, los saboteadores de barcos en Bangladesh, los pescadores de Galicia y Sicilia, la producción mecánica de coches en Calcuta, los agricultores en Ruanda o los buscadores de oro en la Sierra Pelada de Brasil. Este escenario le impactó profundamente: “ante mí pasó en fracciones de segundos la historia de la humanidad. La historia de la construcción de las Pirámides, las Torres de Babel, las Minas del Rey Salomón… No se oía el ruido de una sola máquina allí dentro. Sólo se oía el murmullo de cincuenta mil personas dentro de un gran agujero [imagen]… Los hombres subían y bajaban las escaleras cincuenta o sesenta veces al día [imagen]. Pueden parecer esclavos, pero si existía alguna esclavitud allí era el afán de ser rico [imagen]. Todo el mundo quería ser rico. Allí podías encontrar intelectuales, licenciados, empleados, obreros [imagen]. Todos buscaban su oportunidad… Todos los hombres cuando empiezan a tocar el oro ya no vuelven [imagen]”.
Su presencia en los conflictos internacionales de la época le hicieron profundizar como testigo y fotógrafo en el corazón de la oscuridad de nuestra condición humana.
El avión del entonces presidente de Ruanda había sido abatido, comenzando un gran éxodo de la población hacia Tanzania por el miedo a la represión del pueblo tutsi. La gente huyó con lo que pudo. Los más afortunados pudieron cargar sus escasas pertenencias en bicicletas [imagen]. Cuando Sebastião Salgado llegó, encontró un auténtico genocidio, con más de ciento cincuenta kilómetros de carretera plagados de cadáveres [imagen].
Luego sucedió el genocidio yugoslavo, demostrándole que “la violencia y la brutalidad no son un monopolio de los países lejanos. Es raro que esto pase en Europa a finales del siglo XX. Eran personas con un nivel de vida europeo, con un nivel intelectual europeo, una infraestructura europea… y lo perdieron todo”. Toda la población serbia de Krajina fue expulsada de su territorio, sin más. De pronto, sus vecinos de toda la vida les disparaban. Encontró centenares de kilómetros llenos de gente y coches [imagen]. En los campos de refugiados sólo habían ancianos, mujeres y niños. Los hombres habían sido apresados o asesinados [imagen].
Mientras, la situación en Ruanda seguía su curso. El ejército hutu, que ostentaba el poder, fue derrotado y la población se retiró a Goma, en el Congo [imagen]. Se alternaban los papeles del genocidio, que pasaba de hutus a tutsis y de tutsis a hutus. Al final temiéndose mutuamente todos huyeron [imagen]. La región de Goma acogió a más de dos millones de personas [imagen]. Sin un mínimo de infraestructuras empezaron a propagarse las enfermedades y se instaló la catástrofe… Entre doce mil a quince mil personas morían cada día. No daban abasto para enterrar los cadáveres [imagen] [imagen]. “Todo el mundo debería contemplar estas imágenes para ver lo terrible que es nuestra especie”, se decía Sebastião Salgado… De estos dos millones, doscientas cincuenta mil personas no quisieron volver a Ruanda por temor a las represalias. Abandonaron Goma y se retiraron al bosque del Congo [imagen] . Seis meses después comenzaron a aparecer por Kisangani, en el centro del Congo, hasta llegar a las cuarenta mil personas. No obstante la guerrilla volvió a echarlos a pesar de su estado [imagen] [imagen] [imagen]. La gente no podía más. Algunos habían comenzado a delirar, habían perdido la cabeza [imagen]. Nunca se supo nada de ellos; posiblemente todos fueran asesinados. «Lo que más me disgusta es ver hasta qué punto el odio es contagioso”.
La impresión de lo vivido asoló tanto a Sebastiao Salgado que llegó a no creer en nada. “Somos un animal muy feroz. Somos un animal terrible, nosotros, los humanos». «Nuestra historia es una historia de guerras. Es una historia sin fin. Una historia de represión. Una historia de locos». «No creía en la salvación de la especie humana. No merecíamos vivir más. Nadie merecía vivir».
Afortunadamente recuperó la luz del corazón humano
gracias a varios proyectos. Uno de ellos surgió tras conocer el sorprendente dato de que casi la mitad del Planeta sigue prácticamente virgen. De ahí surgió “Genesis”, un trabajo que le hizo comprender que “soy tan naturaleza como una tortuga, como un árbol, como una piedra” [imagen]. Procedemos de la misma célula. “El problema es que vivimos en una sociedad en la que todo lo que nos interesa es el poder y el dinero. Así que no tenemos ningún interés en nuestros hijos; y lo que dejamos a nuestros hijos no es importante”.
Su otro gran proyecto es el Instituto Terra, que preside su esposa, donde han conseguido plantar más de dos millones de árboles, recuperando la selva que antes ocupaba la granja familiar, que por mala explotación y sequías había quedado yerma. Según su experiencia, “Somos animales nacidos de la tierra con las otras especies. Desde que hemos estado viviendo en las ciudades nos hemos convertido en más y más estúpidos, no más inteligentes. Lo que nos hizo sobrevivir todos estos cientos de miles de años es nuestra espiritualidad: el vínculo a nuestra tierra”.
DIOS Y LA FOTOGRAFÍA– La fotografía según Sebastião Salgado.