“Ni antes ni ahora, ni posiblemente jamás. Ninguna sociedad te liberará nunca de tus propias cadenas. Muy al contrario: te confundirá y debilitará lo máximo que pueda para que resultes más sumiso y moldeable a sus intereses. Nada ni nadie, salvo tú, tiene la oportunidad de sentir en ti la gozosa libertad que brinda saberse uno con la existencia. Para buscarla por ti mismo tendrás que armarte de paciencia, persistencia y valor, pues la búsqueda no será de un objeto exterior sino de tu más íntima y genuina esencia. Al fin y al cabo, ¿quién sino tú puede hallar los tesoros que aguardan en tu universo interior?”.
El viaje de Riddhi
Vivimos un periodo histórico tan trascendental para la humanidad como lo fue en su momento la Revolución francesa.
Hace dos siglos, el pueblo francés se alzó contra la tiranía de un sistema feudal que los condenaba sin alternativa a la explotación y la miseria. Los súbditos franceses prefirieron arriesgar sus vidas antes que continuar con la “normalidad” que les había impuesto su sistema; es decir, una vida sin más derecho que trabajar de sol a sol para poder cumplir con las duras imposiciones tributarias y una única meta: subsistir hasta morir.
Fue la clase instigadora del alzamiento popular (la burguesía) la gran beneficiada. Aun así, los ciudadanos franceses conquistaron un auténtico tesoro (del que saldría beneficiada toda la humanidad): el Derecho a la Vida, a la Libertad y a la Prosperidad, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la separación de poderes, la primera Carta Magna de Francia y el Derecho de la mujer a participar en la vida política, de la que estaba apartada hasta entonces por ley. También fue un periodo oscuro de venganza y terror, con cerca de quince mil guillotinados por su vinculación al anterior sistema, entre otras barbaries en ambos bandos.
Esta escalada de logros del pueblo francés se propagó como la pólvora por gran parte de los países del mundo, dando lugar a nueva manera de entender las relaciones entre el estado y sus súbditos, dejando atrás la antigua civilización feudal (en el que se creía que los reyes eran soberanos por dictado divino y poseían el poder de la justicia -y por extensión, del encarcelamiento), hasta derivar en el ideal actual del sistema democrático (según el cual, el poder reside en el conjunto de la ciudadanía, existiendo además un marco legal de igualdad).
En los siglos siguientes hasta la actualidad se han ido sucediendo distintos intentos más o menos afortunados para conseguir consolidar como realidad esta noble utopía. Hasta ahora.
Libertad, Igualdad y Fraternidad
Resulta sorprendente que una sociedad que vivía en condiciones higiénicas que hoy en día consideraríamos reprobables, aspirara a unos ideales que continúan perteneciendo al campo de las utopías (no como individuos, pues hay personas que fundamentan sus vidas en estos valores, sino como sociedades).
Cuando se inició la Revolución, la población de Francia contaba con veintisiete millones de personas, de las cuales veinticuatro millones correspondían a campesinos que vivían sumidos en la pobreza. Sin embargo, a pesar del escaso desarrollo socioeconómico de aquella época, el hartazgo extremo antes los abusos y la explotación del poder avivó en el pueblo un nivel de exigencias que superarían con creces a las que las sociedades actuales podrían realizar. De hecho -y es lo que motiva este escrito-, parece como si nos hubiésemos olvidado del inestimable valor de estos derechos consagrados. Y lo más peligroso: del riesgo siempre presente de que estos derechos pierdan su condición “consagrada” para acabar escurriéndose en nuestras vidas cotidianas sin apenas darnos cuenta. Y no por la acción represiva de determinado autoritarismo, sino por la aceptación sumisa y silenciosa de la gran mayoría, en aras de ganar supuestas cotas de seguridad a costa de perder derechos y libertades.
Raciocinio
El descenso de la capacidad de raciocinio de la población ha ido parejo al empobrecimiento progresivo de los distintos sistemas educativos públicos. En general nunca ha primado que los niños aprendan a racionalizar o a formarse un criterio propio, si bien el declive educativo ha afectado a generaciones de individuos que apenas saben expresarse por escrito y tienen lagunas de conocimientos en temáticas que generaciones anteriores considerarían imprescindibles.
Quizás este descenso generacional de capacidad crítica ha propiciado, por ejemplo, la locura que ha supuesto para el mundo la repercusión de un virus cuyo potencial de mortalidad ha acabado, hasta abril de 2021, con la vida de tres millones de personas; o lo que es lo mismo: aproximadamente con el 0,04 por ciento de los siete mil millones ochocientos treinta y siete mil habitantes que habitan la Tierra. ¿Hubiera sido posible esta situación tan desproporcionada si, como nos hacen creer, fuéramos seres racionales? Posiblemente no. Sucede que -como bien saben quienes estudian el comportamiento humano- somos seres eminentemente emocionales. El raciocinio suele ocurrir a posteriori, cuando intentamos dar un hilo de razón a nuestra conducta. Y si nuestra capacidad de raciocinio ha ido mermando con las distintas generaciones, la capacidad media de hacer uso de este don tiende a reducirse e incluso desvalorizarse frente a conductas puramente emocionales.
El más racional posicionamiento que podemos ejercer en estos tiempos es la aceptación de que no sabemos qué está ocurriendo realmente. No sabemos… Algunos creen que vivimos un periodo de histeria colectiva y de manipulación programada. Otros creen que la situación es tal y como nos muestran los medios de divulgación del Estado. Lo que resulta incuestionable es el hecho de que esta situación -que arrancó como urgencia sanitaria y ha afectado a casi todos los países del mundo- ha propiciado (como efecto colateral o deliberado) un descenso más que notorio, tanto en la calidad de nuestras libertades, como en el sentido de igualdad entre las personas y, por razones también sanitarias, del derecho al trato fraternal entre extraños.
Amor
Aunque afortunadamente hoy en día vivimos en unas condiciones sociosanitarias que nada tienen que ver con la realidad de los ciudadanos franceses del siglo XVIII, parece que estamos atravesando un cambio de paradigma igual de trascendente que el que vivieron en su época. Un nuevo paradigma que recupere el valor de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad. Y que consagre dos nuevos valores que han demostrado ser esenciales en los restantes: el valor del Raciocinio y el Amor.
Una humanidad que valore y cultive su raciocinio impedirá que se le reste su dignidad, inherente a su condición humana. Una humanidad así, antepondrá estos valores incluso a su propia seguridad, pues hasta los reclusos gozan del valor de la seguridad en sus rutinas de subsistencia, si bien carecen del valor más apreciado: su libertad. Una sociedad que oculta su miedo y lo encubre en deseos de seguridad es una sociedad abocada al desorden, porque está constituida por una mayoría de ciudadanos que viven en desarmonía a su propia valía como seres humanos, a su propia identidad; a la propia realidad de la existencia en suma. Porque la vida es de por sí insegura, imprevisible. Aspirar a un modelo de sociedad que idolatre la seguridad es aspirar a vivir en una burbuja ajena a la naturaleza indomable de la vida.
Una humanidad que valore y cultive el amor ahondará en su experiencia y conocimiento. El amor dulzón, emocional y cursi si se quiere; pero también el amor de entrega, de plenitud, de trascendencia. El amor que se reconoce en el respeto a nuestra dignidad como seres humanos: la dignidad propia y la de nuestros congéneres. El amor que es valor que trasciende nuestras fronteras, nuestros cuerpos, nuestras vidas. El amor que, a diferencia de la seguridad, cabalga confiado en las aguas siempre imprevisibles del fluir de la existencia. El amor que ríe a la muerte y abraza a la vida, y en esa risa a la muerte siente respeto por ella pues la acepta como un paso inherente al vivir; y según siente e intuye, la ve también como una puerta que desvelará el gran secreto abierto que es la vida. Desde esta perspectiva, vivir pierde las limitaciones de nuestra limitada existencia y nos abrimos a una vivencia más extensa, más amplia, más profunda, más amorosa, más verdadera. Así lo sentimos al menos.
Cuando imbuidos en ese valeroso amor que nos trasciende, no callemos ante una mentira que chirría con el sentido común de los hechos o menoscaba el instinto de comunión, respeto y apreciación a cualquier forma de vida, ese día habremos dado un gran paso. Paso que primero será individual, hasta que un número suficiente de ciudadanos haga posible que la sociedad de ese paso colectivo.
¿Quieres ser tú uno de los que den el primer paso?
Tienes tu vida y tu mundo interior para llevarlo a cabo y ayudar a sembrar una nueva humanidad más cercana a sí misma.
Libertad, Igualdad, Fraternidad, Raciocinio y Amor.
Este será sin duda nuestro nuevo Gran lema.
- Ahora
- Aldous Huxley
- Amando
- Amanecer
- Atención
- Atreverse
- Barreras mentales
- Camino
- Caos
- Consciencia
- Consumismo
- Control
- Coraje
- Corazón
- Creatividad
- Crisis
- Destrucción
- Dinero
- Dios
- Educación
- El poder del Corazón Puro
- Emociones
- Energía
- Entrega
- George Orwell
- Globalización
- Gratitud
- Humanidad
- Libro
- Manipulacion
- Meditación
- Paz
- Prejuicio
- Relaciones
- Renacer
- Respiración
- Riesgo
- Sabiduría
- Ser
- Soledad
- Superación
- Tierra
- Tristeza
