«Una cochinilla que se le aproximaba, al percibir su presencia se enrolló sobre sí misma hasta formar una bola.

– No hay nada más tragicómico que intentar esconderse de sí mismo.

Riddhi, que se había percatado del insecto, asintió conforme y dijo:

– Supongo que ése es el precio de vivir con miedo: buscamos seguridad a cambio de perder nuestra libertad.

– Así es -comentó Namasté, al tiempo que con una brizna de hierba jugaba a rozar a la cochinilla, obligándola a permanecer enroscada-. Antes del surgimiento de las palabras, la humanidad se comunicaba intuitivamente mediante gestos y símbolos, como continúan haciendo hoy en día el resto de las especies. La abstracción que permite el pensamiento y su expresión a través de las palabras, conforman la barrera que nos ha aislado del mundo, de los otros y especialmente de nosotros mismos. Nos sucede como a este insecto: hasta que no tengamos el valor de aceptar el misterio de la Realidad que somos, abriéndonos vulnerables a “Su” esencia, seguiremos aparentemente encerrados, creyéndonos a salvo en la ilusoria recreación mental de nuestro caparazón.

Riddhi se sentía interesado, aun sin comprender del todo lo que señalaban sus palabras.

– ¿La mente viene a ser entonces como la carcelera de nuestra libertad?

Namasté se tomó su tiempo antes de responder:

– La mente es una parte contenida en la Realidad que pretende conocer, por lo que, como parte, jamás podrá conocer la totalidad a la que pertenece; esto ha de comprenderlo por sí misma plenamente, con extrema constancia y paciencia. Sólo así, con esta rendición honesta de la mente al asumir su incapacidad para conocer la fuente de su propia naturaleza, se nos abre la puerta al Amor. Amor que, como Realidad absoluta que contiene a todo y a todos, contiene también todos los niveles de existencia, incluido el nivel mental. Paradójicamente, este espacio contenedor de lo Absoluto es invisible, sin forma ni límites.

“Este Amor absoluto e incondicional que a Todo contiene, simplemente Es. Es la Vida entera manifestándose espontánea en la experiencia inmediata de cada ser sintiente: con todo lo bueno y malo, lo sublime y lo obsceno, lo puro y lo putrefacto, lo propio o ajeno que emerge “dentro” o “fuera” de su experiencia de vida. Por eso, la manera más completa de vivir es ser en lo que es y con lo que es, sin intentar el imposible de separarnos del presente para evaluarlo simultáneamente en el mismo instante en que la vida nos sucede… Por eso también, renunciar a todo intento de comprensión o enjuiciamiento mental respecto a lo Absoluto, abre la puerta a la Gracia del Único momento, que Es Vida en su Inteligencia y Amor.

Tras escucharse a sí mismo, esbozó una sonrisa. Luego observó a Riddhi, que mantenía en su rostro cierta expresión de incomprensión, lo que provocó que su esbozo se convirtiera en una sonrisa franca y abierta.

– Resulta paradójico que algo tan sencillo y espontáneo como es la experiencia de vivir siendo uno con la vida, se convierta en una labor imposible de describir con palabras.

“Se trata de vivir en plenitud y sin esfuerzos en la ordinaria espontaneidad de cada momento, simplemente, como hacen de forma innata el resto de las especies. Permitirnos vivir en la inmediatez plena de la vida, confiados en ella, sin establecer ninguna separación ilusoria por medio de los pensamientos. Vivir aceptando incondicionalmente la vida tal cual nos sucede; no con resignación, sino con absoluta confianza en que el Amor teje toda la trama de luces y sombras que hayamos de experimentar en nuestro camino, que es el camino al Amor… El ilusorio camino del Amor al Amor».

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Fragmento de «El viaje de Riddhi».