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“La historia de los zabbaleen es un claro ejemplo de que modernización no siempre quiere decir progreso” Al Gore
La capital de Egipto tiene una población cercana a los dieciséis millones de habitantes, que generan diariamente una media de seis mil toneladas de basura. Estos desechos son recogidos principalmente por los zabbaleen, quienes lo transportan en carros tirados por burros hasta su lugar de residencia: un suburbio al este de El Cairo denominado Manshiet Nasser, aunque todos lo conocen como la “ciudad de la basura”. Allí se hacinan cerca de quince mil familias –unos sesenta mil individuos-, en condiciones insalubres, aun estando en una de las ciudades más pobladas y sucias del mundo.
Los zabbaleen -“la gente de la basura«, en árabe- pertenecen a la comunidad de los cristianos coptos. “Coptos” proviene de Aegyptos, y significa literalmente “Egipto”. Antes de la llegada del Islam, este país era mayoritariamente cristiano. Hoy en día los coptos sólo representan el diez por ciento de los setenta millones de personas que conforman la población egipcia, eminentemente musulmana. El Papa Shenouda III [“Su Santidad Papa de Alejandría y de todo Egipto, de Nubia, de Etiopía y de la Pentápolis y Patriarca de todo el país evangelizado por San Marcos”] es el patriarca de la Iglesia Copta, desligada de la Santa Sede Católica. A pesar de que representa a sesenta millones de fieles, Shenouda III sufre la opresión de los grupos fundamentalistas islámicos así como del propio gobierno egipcio, que lo recluyó en arresto domiciliario durante cuatro años.
Hay que señalar que los zabbaleen llegaron a constituir en la antigüedad la gran élite intelectual, económica y política de Egipto (Además del idioma árabe, los cristianos coptos tienen un lenguaje propio que deviene de los jeroglíficos egipcios.) Sin embargo, con el paso del tiempo, la religión musulmana fue creciendo e instalándose en los órganos de poder.
Aunque cristianos y musulmanes residían en el mismo lugar sin problema alguno salvo los propios del día a día de cualquier convivencia, las diferencias comenzaron a hacerse más patentes hace unos sesenta años, cuando algunos cristianos se vieron obligados a trabajar recogiendo basura y reciclándola para poder subsistir. Para este proceso se les hizo indispensable la presencia de un animal tabú en la religión musulmana: el cerdo.
Dado que la religión musulmana no acepta a este animal, el gobierno optó por asentar a los zabbaleen en Manshiet Nasser, un terreno que en aquella época era puro desierto. Así, partiendo de la nada, los cristianos coptos se vieron forzados a crear su propia metrópolis con el único recurso del que disponían: la basura… Por menos de un euro y medio al día recogían de las puertas de las viviendas la basura de los cariotas, para luego transportarla en carromatos tirados por burros a su residencia. Comenzaba entonces un laborioso proceso de reciclado.
Sus cerdos se alimentaban de la basura orgánica -el mayor foco de infección y molestias una vez comienza su descomposición-. La tela, el papel y el plástico eran seleccionados y clasificados manualmente. Su sistema era tan eficaz, barato y preciso que superaba el ochenta por ciento de reciclado (La media de reciclaje efectivo en un país desarrollado oscila en torno al treinta por ciento.)
A raíz del brote paranoico de gripe A que infectó a todo el planeta, el gobierno egipcio decidió unilateralmente la matanza de todos los cerdos de los cristianos coptos -un número de animales superior a los trescientos mil-, alegando razones de prevención y salubridad. Esta decisión provocó la revuelta de los sesenta mil habitantes de la ciudad de la basura, dado que con el exterminio de los cerdos no sólo se eliminaba uno de los eslabones principales de su efectiva cadena de reciclado, sino también una importante fuente de ingresos, ya que su carne era vendida a los restaurantes internacionales del lugar.
Ante la situación impuesta, los zabbaleen optaron por emplear cabras y pollos para realizar la función de los cerdos, si bien su capacidad de ingesta era muy limitada. La basura comenzó entonces a acumularse en las calles, plazas, casas y pasillos de todo El Cairo.
La solución para el completo aprovechamiento de los residuos orgánicos tras la exterminación de los cerdos les vino a los zabbaleen de la mano de Thomas Culhane, un científico estadounidense que aboga por las ciudades sostenibles. Este hombre se mudó a la ciudad de la basura durante cuatro años, y con su entusiasmo y conocimiento les enseñó a construir calentadores solares con tubos de hierro y planchas de aluminio de latas recicladas; obtuvieron así agua limpia y caliente.
También les enseñó a mantener biodigestores, los cuales -por medio de una bacteria y un mínimo mantenimiento- eran capaces de reciclar los residuos orgánicos. En palabras de Thomas Culhane: “Egipto tiene los profesionales, los recursos y la creatividad para resolver sus principales necesidades. Sólo hace falta que empecemos a cambiar de mentalidad” […] Estuvimos con los masai en Kenya, mostrándoles cómo pueden evitar la deforestación utilizando estos mecanismos y ahora mismo utilizan cuatro tanques de biogás en este país».
Anteriormente a este suceso, el gobierno egipcio había decidido contratar durante veinticinco años a cuatro empresas extranjeras -dos españolas (Urbaser y FCC) y dos italianas- el servicio de recogida y tratamiento de los residuos sólidos en El Cairo. La intención oficial era dotar a la ciudad de un servicio apropiado al de un país desarrollado; sin embargo, las consecuencias fueron nefastas.
El inicial recelo de la población cairota no tardó en tomar forma cuando las autoridades de los distintos municipios cargaron con una -hasta entonces inexistente- tasa de basura la factura del consumo de electricidad. Dado que en Egipto el suministro eléctrico se halla bastante subvencionado, resultó que la tasa de basura era superior a la del consumo eléctrico, hecho éste que no hubo manera de hacer comprender a la población. ¿Cómo podría ser considerado un signo de desarrollo pagar más por los desechos que por la electricidad? La mayoría lo consideró una imposición.
Hay que tener en cuenta que la población se había acostumbrado durante décadas a que por un modesto estipendio los zabbaleen recogieran en su puerta su basura. Sin embargo, ahora no sólo tenían que pagar un alto precio para que empresas extranjeras se ocuparan de la labor, sino que incluso se veían obligados a tener que bajar ellos mismos las bolsas de basura a los contenedores –algo que a nosotros nos parece una obviedad, por golpe de costumbre -. Al no haberse pactado claramente la dotación de medios y el horario de servicios, era común que los ciudadanos tuvieran que recorrer varias calles con sus bolsas de basura a cuestas hasta encontrar un contenedor; o que el horario de recogida no fuera respetado; o que, como ocurrió por decisión del gobernador de El Cairo, se negara la instalación de contenedores por ser poco estéticos o por el riesgo de ser empleados por terroristas…
Mientras, los trescientos camiones de recogida contratados inicialmente se encontraban retenidos en la aduana, dado que los gobiernos locales pretendían aplicarles una tasa inexistente de un treinta por ciento; otros municipios decidieron unilateralmente añadir y quitar cláusulas, o bien romper sin más la relación con estas empresas… Al margen de éstas y otras razones derivadas de la torpeza gubernamental, pesaba ante todo el hecho de la incapacidad de las empresas extranjeras para competir con el antiguo, barato y efectivo sistema de los zabbaleen: frente a las más de seis mil toneladas diarias que eran estos capaces de procesar, las empresas privadas apenas llegaban a las dos mil por día.
Michael Slackman, periodista del New York Time, resume la posible reacción del mundo occidental con estas palabras:
Mucha gente aquí reconoce que éste es un sistema fácil de criticar, desde los cerdos y las insalubres condiciones de vida a la vista de los niños transportando basura, con sus caras sucias y sus ropas manchadas.
Pero es así como comen y sobreviven. Y es así como han permanecido independientes de un gobierno en el que no confían. No protestarían si el sistema se hiciera fijo. Lo que no quieren es que se quite el sistema (…)
Es posible que el sentido de la “modernización” haya de ser replanteado, arrastrando en ese proceso el valor del desarrollo técnico y la prioridad -elevada a idolatría- del beneficio económico y al consumo, como estilo de vida. Quizás, tanto técnica como comercio debieran convertirse en herramientas de un sentido de la modernización que, como han hecho los zabbaleen, sepa aprovechar de forma precisa y efectiva todos los recursos, respetando el orden natural y sus leyes. Y ante todo, su dignidad como pueblo e individuos.
Sin pretender ignorar el sufrimiento y la dureza que imponen sus condiciones de vida, como tampoco enjuiciar las decisiones del gobierno egipcio en aras del beneficio de la mayoría, los rostros de los zabbaleen nos muestran que el sentido de la dignidad y la alegría dependen sobre todo de nosotros mismos.
Fuentes:
Garbage dreams, de Mai Iskander. Nominada al Oscar al mejor documental en 2009.
Impactante,Juan,realmente impresionante.
Es que la armonía ha de estar también en el desarrollo.
Me explico:lo mejor,creo yo,es que todas las áreas o facetas progresen armoniosamente.De poco sirve mucha tecnología si no se usa adecuadamente (incluyo su correcto aprovechamiento),lo mismo que mucho conocimiento con nula aplicación al bien común ( aclaro que en común incluyo a todos y no sólo a unos pocos),etc.
Si es que ,cuando el ser humanos actúa con conocimiento,estusiasmo y solidaridariamente puede con casi todo.El reciente ejemplo del rescate de los mineros chilenos es otra muestra de esto…y el caso es que no acabamos de aprender,caray..¿será torpeza u otra cosa?
Gracias Juan,excelente trabajo.
Cierto Cristian. Esa armonía sería reflejo del sentido común que nos suele mostrar la naturaleza y que en nuestras sociedades tanto escasea.
Por otro lado, también creo que es de destacar la capacidad humana de adaptarse a un medio y a unas condiciones durísimas, y saber mantener su dignidad al margen de sus circunstancias.
Gracias por tu valoración y tu comentario:)