«Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia.
Viviendo día a día;
disfrutando de cada momento;
sobrellevando las privaciones como un camino hacia la paz;
aceptando este mundo impuro tal cual es
y no como yo creo que debería ser,
tal y como hizo Jesús en la tierra:
así, confiando en que obrarás siempre el bien;
así, entregándome a Tu voluntad,
podré ser razonablemente feliz en esta vida
y alcanzar la felicidad suprema a Tu lado en la próxima.
Amén».
Poema cuya autoría se supone a Reinhold Niebuhr, si bien ha sido atribuido también a Epícteto, Aristóteles, Cicerón, Marco Aurelio, San Agustín, Boecio, Francisco de Asis, Santos Tomas de Aquino, Spinoza… Según Wikipedia, «En la revista Grapevine, de la asociación Alcohólicos Anónimos, se llegó a decir, no sin ironía, que a lo largo de la historia había sido atribuida a casi todos los teólogos, filósofos y santos que en el mundo han sido».