«En este vídeo, el profesor de literatura italiana Nuccio Ordine reivindica la construcción de una sociedad mejor a través de valores humanistas. Sostiene que:
“Disciplinas como la música, la literatura, el arte, hoy en día se consideran inútiles porque no producen ganancias, y son el conocimiento que más necesitamos, porque pueden hacer a la humanidad más humana”.
“Estamos tan acostumbrados a la autoridad, y a que nos dirijan, que olvidamos que este impulso se origina en el miedo que provoca la inseguridad.
No sólo deseamos la seguridad material, deseamos aún más la seguridad psicológica. Y es este deseo de alcanzar una meta el que nos lleva a la aceptación de directrices, al culto al éxito, a la búsqueda de líderes, maestros y gurús.
Este impulso es la consecuencia de sentirse inseguro, el deseo de encontrar algo permanente en la fugacidad de la vida. El resultado es que nos entregamos a creencias y rituales conocidos, a las reconfortantes fórmulas de los profesores de religión, y a las tranquilizadoras palabras de los sacerdotes, y así el miedo a lo desconocido continúa gobernando nuestras vidas.
«Los árboles siempre han sido los predicadores más persuasivos para mí. Los adoro cuando están en poblaciones y familias, en el bosque y en los bosques. Y aún más, los amo cuando están aislados. Son como hombres solitarios. No como ermitaños que huyeron por alguna debilidad, sino como grandes hombres solitarios, como Beethoven y Nietzsche».
“Cuando nos damos cuenta de que todo lo que somos, y todo lo que podemos hacer nos viene de Dios, entonces la acción más natural, más inmediata que surge es la de una total entrega a Él. ¿Qué es esa entrega a Dios? Esa entrega a Dios no es nada más que un reconocimiento del hecho de que ya somos suyos, puesto que toda nuestra existencia, nuestra acción y nuestra capacidad de acción nos viene de Él; por tanto, entregarnos a Dios quiere decir simplemente reconocer que Dios es quien nos está dando el ser y nos está dando el vivir, es reconocer una situación de hecho. Pero es obligarnos también a situar nuestro punto de mira, nuestra mente, nuestro afecto, nuestro sentimiento y nuestra acción en esa nueva perspectiva, en este nuevo centro de gravedad que se está generando cada vez con más fuerza en nuestro interior; y ésa es la verdadera renuncia.
«Cuando te encuentres sereno y contento en cualquier lugar del mundo.
Cuando todo lugar sea tu país.
Cuando no teniendo nada sientas que lo tienes todo.
Cuando en la opulencia luzcas humilde.
Cuando puedas devolver el mal por bien sin importar a quien,
y veas a tu hermano en cada ser.
Cuando apliques que amar es solo dar y dar
sin importar más nada que tan solo dar.
Cuando indiferente avances entre aquellos que te insulten,
y en el silencio les envíes tu perdón.
Cuando nadie pueda herirte ni por nada has de afligirte.
Cuando a quien te odie tú le des amor.
Cuando ejerzas la inocencia con conciencia…. (más…)
Partiendo de las diferencias de los conceptos «visionario» y «voluntariado» frente a los «deseos», Sadhguru expone una práctica visión del trabajo interior aplicado al trato con el resto de las personas. En esencia, se basa en tener bien claro qué nos motiva a actuar y aceptar a todas las personas como seres que oscilan entre lo que consideramos lo «bueno» y lo «malo», como nos sucede a nosotros mismos. Cuando nuestra visión de vida se expande más allá de nuestros deseos, incluímos necesariamente al resto de individuos que surjan en nuestro camino por cuanto no dejan de ser reflejos necesarios y apoyos irrenunciables en nuestra comprensión.
De la mano de Dave Godman, este documental subtitulado por Inefable Theo nos adentra en la vida de tres de los más destacados sabios de la vía Advaita «moderna». Desde Ramana Maharsi, todo silencio, pasando por Papaji, todo amor, hasta Nisargadatta Maharaj, todo confrontación.
Douglas Harding señala a ese Rostro Original, invisible pero todo abarcador, que da cabida en cada ser humano a su universo entero. La apertura -la anulación del rostro que imaginamos ser y que refleja el espejo-, nos libera en gran medida para acoger, no sólo el rostro aparente del otro sino al universo entero.