“Con el temor comienza toda sabiduría, y quien no tiene temor, no puede saber” Francisco de Quevedo
Desde hace un tiempo cobra uso el término “buenismo”, referido a una visión sentimental que enjuicia con excesiva indulgencia la naturaleza bondadosa de instituciones y personas. En su contrapartida nos encontramos con el término “fatalismo”, lamentablemente muy presente en estos tiempos, que aparca al ser humano como sujeto determinante y lo reduce a una mera marioneta víctima del choque de circunstancias.
Como suele suceder en casi todos los aspectos de la vida, es la mesura del punto medio –o en este caso, mejor aún, el trascender ambos focos polarizados- el posicionamiento que suele brindarnos una percepción más cercana a la complejidad de factores que se cruzan y entretejen en eso que -con el sentido pragmático propio de todo lenguaje- reducimos al concepto de “la realidad”…. (más…)
Los llamados “indignados” pretendieron hacer público y manifiesto esa creciente sensación de hastío e indignación de la sociedad ante un país sometido al Poder por parte de quienes debieran representar la supuesta soberanía popular de cualquier Democracia saneada. Pero se constató que a pesar de su energía renovadora (aún latente) nuestra Democracia todavía se encuentra adormecida, inmadura, sometida al control del entrelazado juego de intereses de los poderes “independientes” que proclama nuestra Constitución. O quizás, simplemente, seamos nosotros como pueblo los que nos estemos dando cuenta de las consecuencias de nuestra inmadurez e inconsciencia democrática.
Tras un año desde aquel brote de agitación colectiva contra los cada vez más descarados abusos de banqueros y políticos -que en vez de fuerza emplean protocolo normativo y justificación económica para seguir arrebatando derechos y dignidades sociales-, llegó el fenómeno Bankia.
Y así, a golpe de indignidad, se ha acrecentado en la población el desánimo, la crispación y el miedo. “¿Por qué el gobierno no se hizo cargo de la deuda de diez mil millones de euros en sanidad y educación y sí lo va a hacer, posiblemente hasta cuadruplicar este importe, para sanear esta entidad bancaria?” Ésta y otras preguntas que intentan hallar sentido en este sinsentido comienzan a sacudir cada vez más consciencias.
Así, ante esta situación –con un barco sin capitán, ni timonel ni rumbo, rodeados por una flota de países europeos cuyo espíritu unionista se hunde como el Titanic, abordando a golpe de “rescate” los más poderosos a los más empobrecidos- algunos ciudadanos, organizaciones y colectivos se muestran partidarios de la opción de la insubordinación social radical antes que seguir sufriendo indignidades aún más graves.
Otros ciudadanos callan: algunos, esperanzados; otros, más que esperanzados, temerosos de avivar un conflicto que devenga en revuelta civil… Y así andamos mientras, siendo abordados como país bajo la bandera eufemística de “rescate europeo”.
Más allá del buenismo y del fatalismo hay realidades manifiestas. Una de estas realidades es que la Democracia española se halla debilitada. Tras “casi” cuarenta años de convivencia democrática en los que gran parte de la secura de licencias reprimidas se nos ha satisfecho, hemos comprobado que vivir realmente en Democracia exige una contraprestación en forma de compromiso.
También hemos comprendido que para que un Estado de ponderada libertad se mantenga saneado, se hace necesario inevitablemente la implicación directa y constante de su ciudadanía. La libertad exige responsabilidad, al igual que la Democracia.
Otra realidad es que la pobreza de un país no tiene que ir pareja con la dignidad de sus habitantes, especialmente si asumen su pobreza… Actualmente España es un país pobre. Según un reciente informe de Unicef, los niños españoles son el colectivo social más afectado por la crisis económica, con casi dos millones doscientas mil niños (2.200.000) viviendo por debajo del umbral de la pobreza; unas cifras sólo superadas en la Europa de los veintisiete por Rumania y Bulgaria.
Quizás sea señal de fatalismo considerar que nos hallamos experimentando una nueva clase de guerra. No una guerra de fuerza ni una guerra fría, sino aquella cuya estrategia se centra en conseguir el control económico de los países a someter, aprovechándose de la ineptitud o complacencia de sus dirigentes así como del letargo, la desinformación, la desunión o incluso la cobardía de la población a la que somete.
Esta guerra aspira a una globalización uniformadora y monopolizadora tan plana, pobre e innatural como la que surgiría si pretendiéramos que todas las tribus, etnias y culturas del planeta tuvieran la misma moneda, la misma lengua y la misma idiosincrasia impuesta tras el desarraigo de sus raíces ancestrales. “Raíces” que no sólo señalan metafóricamente la estrecha vinculación que ha de existir entre los habitantes de un territorio, y el cuidado y respeto hacia su espacio, hacia su naturaleza y hacia todo aquello que los hace únicos y distintos del resto de su especie. Democracia y responsabilidad ante nuestro medio ambiente van también de la mano, no sólo por buenismo, fatalismo o ecologismo, sino por hallarse en la Naturaleza que nos permite la vida, gran parte de nuestro futuro además de nuestra esencia.
Ante la creciente gravedad que toma esta crisis algunos piensan que es hora de dejar las buenas formas a un lado y llamar a las cosas contundentemente por su nombre, por mucha crispación que este proceder genere. Podemos jugar entonces al mismo juego que han jugado los políticos desde tiempos de Roma: la lucha de poder por el poder a base de dialéctica, con la intención principal de erosionar la imagen del grupo o de las personas que ostenten el poder en ese momento. (Se erosiona el proyecto con argumentos, y si no hay argumentos, se erosiona la imagen pública de quien obstaculice sus intereses.)
Pero también podemos tratar de recoger el testigo y actuar en consecuencia, tomando parte activa, decidiendo como individuos y ciudadanos por nuestro propio criterio en vez de limitarnos a seguir liderazgos ajenos. Este cambio nos exigiría mayor responsabilidad -porque como bien sabemos es menos grato tomar decisiones y asumir sus consecuencias que seguir órdenes externas- pero también nos brindaría una mayor y más profunda sensación de libertad, de dignidad y de coherencia, convirtiéndonos en ejemplos vivientes de aquella histórica máxima de Gandhi aplicable a cualquier sociedad y tiempo: sé el cambio que quieres ver en tu mundo.
Que ese rescate de valores sociales y humanos se nos haga efectivo de forma individual, a golpe de trabajo interior, voluntario y responsable. Que el respeto a las instituciones democráticas por parte de las personas que las gestionan y nos representan impere en su proceder, y cuando no sea así el caso, que seamos los ciudadanos como miembros de la sociedad los que de manera responsable y solidaria exijamos sin dobleces su rectificación, o llegado el caso su dimisión.
Que cada cual en su actividad profesional o en su entorno social intente convertirse en ejemplo viviente de lo que desea sea su sociedad. Sólo así seremos capaces de trascender la inercia de la sumisión colectiva y trastocar la mente y el corazón de todos, comenzando ineludiblemente por los de cada uno.
Más allá del buenismo y del fatalismo, que así sea… desde hoy mismo.
Imagen tomada ayer en un sendero del Monte de la Esperanza, Tenerife
Somos seres llenos de «Cristo», como Jesús de Nazareth manifestó como ejemplo en su vida.
Para intentar vivir conscientemente esta Unidad del Amor, no necesitamos más símbolos ni intermediarios que las personas, seres y circunstancias que para esta función nos disponga la vida.
Desde una perspectiva histórica, recientemente han acaecido dos grandes sucesos que han dejado sin fundamento la división de opciones políticas en términos de izquierdas o de derechas: la caída del muro de Berlín y el fin del comunismo en la Unión Soviética.
Estos paquetes dualísticos de estructuras ideológicas han quedado reducidos a rémoras de un enfoque de acción política que subsiste por mera inercia. Un creciente número de ciudadanos se ha hecho consciente de esta realidad y proclama una vuelta a los orígenes, cuando la Política se resumía y concretaba en la acción necesaria para satisfacer las necesidades de la comunidad; si había personas débiles o enfermas, se les atendía; si algunos tenían hambre, se les alimentaba y ayudaba para que hallaran sus fuentes de sustento; si un anciano se hallaba en sus últimos días, se le intentaba hacer menos doloroso el tránsito hacia el otro mundo.
El enfoque no se situaba tanto en el medio de intercambio -en el símbolo del dinero, que más tarde sustituiría al trueque-, sino en los límites que acotaban la dignidad inherente a nuestra condición humana. Bien es cierto que según esa comunidad iba aumentando en integrantes, el valor del individuo iba menguando en incremento del supuesto bien del conjunto, tal y como señala la metáfora del cuarto de baño de Isaac Asimov…. (más…)
En esta interesante entrevista, Isaac Asimov muestra de nuevo su capacidad visionaria al prever lo que sería Internet, al menos como fuente de información. !–more–>
A diferencia de la educación clásica, dependiente de profesores, Isaac veía Internet como una vía de educación individualizada y libre, frente al contenido de la educación estatal clásica -trazado por el Estado- y al ritmo de ésta, limitada al nivel general del grupo de estudiantes y a la capacidad educadora del profesor.
Gracias a la iniciativa de Lucía y Mariajo hemos creado un video sobre unas fotografías compartidas por Joaquín Tamames, del viaje organizado por Fundación Ananta a la India para dar a conocer la excelente labor de su programa de colaboración para el desarrollo, «Colores de Calcuta», y que en cierto sentido nos ha permitido acompañarles y vivir su experiencia, según Joaquín iba subiendo a la red las imágenes que captaba su corazón y su mirada.
En el blog oficial del escritor e inventor español, Alberto Vázquez Figueroa, aparece como penúltima entrada esta reflexión entrecomillada:
“El mal siempre prevalece sobre el bien, porque quienes causan mal lo hacen en provecho propio, mientras los que procuran el bien lo hacen en provecho ajeno.
Nadie se cansa de trabajar para sí mismo pero sí de trabajar para los demás que a menudo ni siquiera lo agradecen”.
Viniendo de una mente que ha demostrado su extraordinaria creatividad e inventiva, amén de su bagaje de experiencias de vidas, esta reflexión constituye un buen estímulo para ahondar un poco en nuestro auténtico criterio interior.
La persona puede hacer el mal por emoción o pensamiento, o manifestar estas motivaciones en la acción. La persona que en un momento de rabia, lastima, hiere o asesina, o bien comete un acto delictivo bajo los efectos de sustancias legales o ilegales que trastornan el sentido de la conciencia, ¿ha hecho el mal realmente por propia voluntad? Y lo que es más importante, ¿ha sido -una vez aparezcan las consecuencias morales, sociales o penales- en provecho propio?… (más…)