“Cuando nos damos cuenta de que todo lo que somos, y todo lo que podemos hacer nos viene de Dios, entonces la acción más natural, más inmediata que surge es la de una total entrega a Él. ¿Qué es esa entrega a Dios? Esa entrega a Dios no es nada más que un reconocimiento del hecho de que ya somos suyos, puesto que toda nuestra existencia, nuestra acción y nuestra capacidad de acción nos viene de Él; por tanto, entregarnos a Dios quiere decir simplemente reconocer que Dios es quien nos está dando el ser y nos está dando el vivir, es reconocer una situación de hecho. Pero es obligarnos también a situar nuestro punto de mira, nuestra mente, nuestro afecto, nuestro sentimiento y nuestra acción en esa nueva perspectiva, en este nuevo centro de gravedad que se está generando cada vez con más fuerza en nuestro interior; y ésa es la verdadera renuncia.
La renuncia en el sentido activo, podríamos decir, es el esfuerzo por aprender a mirar, a sentir y hacer las cosas desde este nuevo nivel, desde este nuevo centro. Debemos producir esta traslación de nuestra voluntad, emoción y acción personal, y hacerlos coincidir con este nuevo foco vital que se está desarrollando en nosotros y, a partir de este momento, veremos lo que hemos de hacer, sentiremos cómo hemos de actuar, comprenderemos lo que Dios espera de nosotros en cada instante».
Antonio Blay
