Nostradamus y su visión enigmática sobre los tiempos finales de la Iglesia
Desde hace siglos, las Centurias proféticas de Michel de Nôtre-Dame —conocido como Nostradamus— han alimentado toda clase de teorías sobre el fin de la Iglesia tal como la conocemos. Pero más allá del mito y la libre interpretación, ¿qué dijo realmente Nostradamus sobre la figura de un posible último pontífice?
Vamos a ir a las fuentes originales traducidas (disponible al final del artículo).
Como suele ocurrir, más que respuestas afirmativas, lo que obtendremos será la confirmación de lo que no se dijo; más en este libro, cuyo autor escribió deliberadamente en forma de clave.
¿Mencionó Nostradamus a algún papa concreto?
No. Ninguna cuarteta de Nostradamus nombra directamente a un papa por su nombre civil ni religioso. Tampoco indica fechas exactas de pontificados ni el número de papas que habría hasta el “final”. Como es sabido, utiliza un lenguaje enteramente simbólico y críptico.
Sin embargo, hay cuartetas que algunos han relacionado con el contexto papal o con figuras eclesiásticas en tiempos de crisis. Una de las más citadas por quienes se aventuran a descifrar sus secretos, en este sentido es la siguiente:
Centuria VIII, Cuarteta 46
Pol mensolee mourra trois lieues du Rosne,
Fuis les deux prochains tarascon d’estrangiers:
Car Mars fera le plus horrible trône,
De coq et d’aigle de France frères trois.
Traducción:
Pablo Mensoleo morirá a tres leguas del Ródano,
Huidos los dos cercanos a Tarascón de extranjeros.
Pues Marte hará el más horrible trono,
Del gallo y del águila, de Francia hermanos tres.
Esta cuarteta ha sido interpretada por algunos como una visión de un conflicto eclesiástico o político en territorio francés, con referencias a símbolos como el gallo (símbolo de Francia) y el águila (asociado al Sacro Imperio Romano Germánico, al imperio napoleónico o incluso a EE. UU., según la época). Como vemos, cada interpretación de uno de sus símbolos abre un nuevo enfoque sobre su posible significado.
¿Tiene que ver quizás esta cuarteta con el papa Francisco? No necesariamente, pero sí parece dibujar un clima de enfrentamiento, huida y muerte en el entorno de una figura relevante (quizás eclesiástica) cerca del Ródano, un río que atraviesa el sur de Francia, cerca de Aviñón, antigua sede papal.
¿Y el supuesto “último papa”?
A diferencia de San Malaquías, cuyas controvertidas profecías enumeran 112 lemas para los papas (desde Celestino II, en 1143, hasta Francisco, el 112º), en los escritos de Nostradamus no aparece ninguna referencia a un “último papa”.
Sí encontramos en sus Centurias pasajes que podrían evocar el caos religioso, la persecución de los fieles, la caída de Roma o el sufrimiento de un “pastor” o “guía” espiritual. Sin embargo, en ningún momento Nostradamus lo identifica como un papa concreto, ni mucho menos lo llama “el último”. Lo que sí parece anticipar es un colapso simbólico —o tal vez estructural— de la Iglesia como institución global, al menos tal y como ha funcionado a lo largo de los últimos siglos.
Por ejemplo:
Centuria II, Cuarteta 41 (autentica):
La gran estrella arderá siete días,
La nube hará aparecer dos soles,
El gran mastín aullará toda la noche
Cuando el gran pontífice cambiará de sitio.
Algunos han querido ver en esta cuarteta una señal de un cambio de sede papal, exilio o desastre celeste. Pero no se puede afirmar sin forzar su interpretación. Tampoco se habla aquí de destrucción total ni de un final de la Iglesia.
¿Conclusión? Más símbolos que certezas
Nostradamus no escribió una lista de papas ni profetizó explícitamente quién sería el último. Lo que encontramos en sus textos es una atmósfera de conflicto, cambios de poder, símbolos de guerra y de caída de ciudades consideradas y veneradas como sagradas. Pero, por supuesto, nunca afirma que “Francisco es el penúltimo” ni que “el próximo papa tras él será el último”.
Aun así, para quienes interpretan sus profecías desde una perspectiva puramente espiritual o simbólica, queda abierta la reflexión: ¿vivimos tiempos de transformación profunda también en lo religioso? ¿El miedo de sus fieles ante la incertidumbre de estos tiempos acercará más a la Iglesia, como institución a sus raíces espirituales?
El legado de Nostradamus, en el fondo, no fue ofrecer certezas, sino sembrar inquietudes. Más que respuestas, nos dejó espejos: preguntas abiertas que atraviesan el tiempo y nos obligan a mirar, una y otra vez, hacia lo desconocido… y hacia nosotros mismos.
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