«La historia es sobre una profesora que le prepara unas cintas azules que llevan el siguiente mensaje: «QUIEN SOY HACE LA DIFERENCIA».
Para los estudiantes que están a punto de graduarse. Los llamó uno por uno y les dijo de que manera ellos habían hecho la diferencia en su vida… Y si quieren saber como sigue y como terminará la historia vean el video».
ES UN VIDEO MUY CON MORALEJA Y QUE TE HACE RECAPACITAR ANTE LA VIDA.
Cierto, Diana. A mi me hizo parar e intentar adaptarlo a mi entorno.
Gracias por tu comentario 😉
Juan, A veces tengo la sensación que nos educaron «adictos» al reconocimiento y las demostraciones de afecto de quienes nos rodean.
Me parece hermoso y bueno poder expresar y decirle a quienes nos rodean lo importantes que son, pero a la vez terrible la gran dependencia que los seres humanos tienen a estas demostraciones de afecto, al punto tal de estar «discapacitados» de «ser felices», tratando de encontrar esa felicidad y plenitud, siempre en el afuera.
Que bueno sería poder sentirnos plenos más allá de lo que tengamos, ya sea materialmente como afectivamente.
Que bueno sería dar lugar a ese afecto expresado, pero a la vez no depender de él para «Ser».
Abrazo!:
BeT
Hola Bet! Es cierto. La persona que ahora te felicita, puede que en un futuro no muy lejando invierta ese sentir y lo exteriorice como odio, desdén o fría indiferencia. Un tema difícil, sin duda, el que has expuesto.
La cuestión, creo, estribaría en ser auténticos, o en intentarlo al menos y actuar movidos por nuestra interna intención. Si sólo buscamos el reconocimiento, el aplauso del otro, corremos el gran riesgo de acabar siendo manipulados por quien vea este proceder en nuestra actitud y busque beneficiarse de ello. Pero ante todo y sobre todo, como bien dices, porque estaríamos danzando fuera, sin el cálido latir del centro.
Un abrazo, y gracias por tu interesante reflexión.
Juan