Todos llevamos nuestro simbólico saco de culpas, arrastrándolo como memorias de vivencias pasadas que se resisten a perderse en el olvido.
Este saco tiñe de malestar y pesadumbre nuestra percepción ordinaria del único instante en el que podemos vivir en comunión real con la existencia: el ahora.
Es un saco de pensamientos y emociones que nos hacen sentir indignos de nuestro perdón, aunque hayamos perdonado a otras personas en circunstancias similares.
Nuestro propio juicio de que es imposible que se nos perdone, es lo que nos impide abrirnos a la posibilidad de sanarnos. Es un saco de pensamientos y emociones, de ceguera y cerrazón.
Intentar soltar sucesos pasados, aprendiendo de ellos pero sin hacer interpretaciones… (más…)