Joaquin Phoenix aprovechó la excepcional cobertura de los Oscar para lanzar un discurso que anima a despertar; o al menos, a comenzar a llamar a las cosas por su nombre, a ser más honestos, especialmente con nuestras miserias como individuos y como sociedad. No se trata de hacer moralina o de culpabilizar a unos o a otros, sino de simplemente poner sobre la mesa el hecho, la realidad, por fea, incómoda o hiriente que nos resulte.