En mi juventud malinterpreté la vida, como suele ocurrirnos cuando dejamos de seguir nuestro corazón y aceptamos las premisas y paradigmas que otros nos inculcan. En mi inmadurez, llegué a creer que el miedo a la vida se vencía luchando contra él una y otra vez, como un toro encabezonado y terco, golpeándose ciegamente contra el obstáculo de su temor… Y cuando mi corazón temblaba roto de miedo ante la vivencia que iba a experimentar, creía, en mi ignorancia, que esa traición a mi corazón formaba parte del endurecimiento de carácter necesario para convertirme en una persona más madura y valerosa…. (más…)