Zazen significa “meditar sentado”, preferentemente en la postura del loto. Inicialmente busca un estado de relajación, de apaciguamiento del flujo de pensamientos; a partir de ahí, uno puede profundizar en la medida en que lo desee y sus convicciones se lo permitan. Si tus convicciones no te permiten sentarte en silencio y “observarte por dentro”, puedes obtener resultados similares realizando un ejercicio corporal repetitivo, como por ejemplo, correr o andar. Aun así, si lo deseas, aunque sea por simple curiosidad, quizás quieras conocer un poco más en qué consiste la práctica de la meditación zen por excelencia: la postura zazen.
Es necesario un lugar lo más silencioso posible donde te sientas cómodo; a ser posible, solo. Si las circunstancias lo permiten, puedes hacer la meditación desnudo. Si no, usa ropa holgada y cómoda (mejor aún si es de un material natural, no sintético).
Según los gustos y las posibilidades físicas de cada uno, se puede hacer la meditación sentado en el zafu, o al estilo japonés (de rodillas, apoyado sobre un pequeño banco de madera) o bien sentados sobre una silla.
Si te sientas en el zafu, la forma más tradicional, busca una posición cómoda, basculando tu cuerpo de derecha a izquierda y de delante hacia atrás. La columna vertebral ha de estar recta, con las orejas en el mismo plano que los hombros y la nariz en la misma línea vertical que el ombligo. En esta posición, erguidos pero cómodos, respira varias veces intentando expulsar en la espiración la tensión contenida en el cuerpo.
La postura de las manos
Es aconsejable realizar la postura del “mudra universal”, si bien existen otras; lo importante es que sea una postura fija durante la meditación. Para el mudra universal, colocaremos la mano derecha sobre la izquierda, con las palmas hacia arriba, tocándose los pulgares, formando una línea.
A partir de aquí… comienza lo más sencillo y a la vez lo más difícil. Realmente, no hay que hacer nada: sólo ser consciente de lo que se está pensando, de las sensaciones, del juicio que hace nuestra mente sobre lo que estamos haciendo y sobre lo que «deberíamos» estar haciendo. En suma, observar todos sus intentos de “alejarnos” de esta serena observación. Lo ideal es alcanzar un estado de no-pensamiento; pero hasta ese deseo es un hacer. Creo que la mejor manera es sentarse, con gusto y buen ánimo, y observar todo lo que sintamos y pensemos como si correspondiera a otra persona. Lo que suceda de este dejarse ir, de abandonarse -sin juicios, miedos o deseos- a la experiencia, depende de cada cual. Generalmente, eso sí, se puede medir el éxito de nuestra meditación zazen por un simple detalle: cuanto más sosegadamente «energetizados» nos sintamos, más habremos profundizado en nuestro ser. Acercarnos a la meditación con la actitud juguetona de un niño (con madura ligereza pero con serena expectación y curiosidad) puede ser también una buena forma de abordar la experiencia. Cuanto más profundicemos, más inefable será lo que sintamos. De hecho, lo de menos es cómo definirla: lo que tiene verdadero valor es experimentar.
Si quieres ir más lejos, entonces habrá que echar mano de práctica y paciencia. Cada cual ha de hallar su propia vía, así que un consejo: busca una forma de meditar que te haga sentir a gusto, relajado, satisfecho. Lo vital está en la experiencia; lo espiritual, si es que buscas eso, vendrá por sí solo.