¿Somos lo que vemos… o lo que creemos ver? La vida es una paradoja que se vive, no se comprende.
Vivimos en una dualidad constante. A veces parece que todo se contradice, y sin embargo… todo lo aparentemente contradictorio es necesario para afirmar su contrario.
Por ejemplo, ¿has escuchado la frase “no puedes confiar en nadie”? Tal vez la has sentido como verdad tras una traición o decepción. Y sin embargo, también es cierto que no puedes llegar a tus logros sin el apoyo, la presencia o la inspiración de otros. Ambas afirmaciones son reales. Ambas conviven en su certeza.
Nuestra mente busca siempre encasillar: esto es bueno, esto es malo; esto me conviene, esto me daña; esta persona me apoya, esta otra me frena. Pero esa manera de pensar —útil para sobrevivir— no basta para vivir. Porque vivir no es comprenderlo todo. A pesar de a lo que nos impulsa nuestra impulsiva mente, vivir no consiste es descifrar todas las piezas del rompecabezas. Vivir es sentir el instante presente, más allá de lo que la mente etiquete, interprete analice o piense.
La vida es una paradoja para ser vivida, no comprendida
Vivimos en una dualidad constante. A veces parece que todo se contradice, y sin embargo… todo lo aparentemente contradictorio es necesario para afirmar su contrario.
Por ejemplo, ¿has escuchado la frase “no puedes confiar en nadie”? Tal vez la has sentido como verdad tras una traición o decepción. Y sin embargo, también es cierto que no puedes llegar a tus logros sin el apoyo, la presencia o la inspiración de otros. Ambas afirmaciones son reales. Ambas conviven en su certeza.
Nuestra mente busca siempre encasillar: esto es bueno, esto es malo; esto me conviene, esto me daña; esta persona me apoya, esta otra me frena. Pero esa manera de pensar —útil para sobrevivir— no basta para vivir.
Porque vivir no es comprenderlo todo. A pesar de lo que nos exige nuestra mente impulsiva, vivir no consiste en descifrar todas las piezas del rompecabezas. Vivir es sentir el instante presente, más allá de lo que la mente etiquete, interprete, analice o piense.
Vivimos en nuestra particular esfera mental
Cada persona vive dentro de su esfera mental.
Nadie te ve tal como eres, sino como cree que eres. Y tú tampoco ves a los demás como son, sino como los filtras desde tu historia personal. Así construimos un mundo de ideas: la idea que tengo de mí mismo, la idea que tengo de ti, la idea que tengo de cómo debería ser todo, la idea de mi presente, de mi pasado, de mi futuro…
Pero solo son eso: ideas.
Paradójicamente, los seres que habitan en esas ideas también están lidiando con sus propias paradojas en sus propias esferas. Con lo cual, tratar de “entender” la vida propia o ajena —menos aún la Vida en su conjunto— se convierte en un propósito tragicómico imposible; algo así como intentar atrapar el viento en una caja.
Solo el presente libera
La integración en nuestra vida sucede cuando dejamos de rechazar las contradicciones a las que nos arrastra la mente.
Cuando dejamos de necesitar comprender, aceptar o rechazar, y nos enraizamos en el aquí y ahora.
Cuando permanecemos abiertos, presentes, sin certezas ni conclusiones.
Cuando nos expandimos en nuestra esfera mental hasta que se disuelve…
…y solo queda el instante presente, momento a momento, vida a vida.
La paradoja es bien sencilla: cuanto más intentas entender la vida, menos la vives.
Y cuanto más te entregas a vivirla sin pretender hallarle sentido, más sentido tiene… sin necesidad de explicación.
La vida se vive ahora, que es el único instante en que tienes la certeza de estar vivo.
Si dedicas ese instante a dar un paso atrás para observarlo y analizarlo, ya has vuelto a encerrarte en tu particular esfera mental.
Sal de ella ahora. ¡Y Vive!
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