Unidad experiencial
El yo separado es una ilusión funcional. Puedes actuar desde él, pero ya no necesitas creértelo. Lo que queda es un fluir sin resistencia, en presencia.
Durante casi toda nuestra vida, hemos creído que somos un “alguien” separado que observa, evalúa y decide. Un yo que compara, que se defiende, que interpreta todo lo que ocurre y le asigna un significado personal.
Esta identificación con el yo separado es funcional: nos ha ayudado a movernos en el mundo, a protegernos, a interactuar, a crear vínculos y metas. Pero también es la raíz de la mayor parte de nuestras tensiones internas.
Porque cuando el yo separado se convierte en nuestro único eje central de referencia, vivimos en conflicto con la realidad. Creemos que todo sucede “a nosotros” y que debemos controlar cada circunstancia para sentirnos seguros. Buscamos, de una u otra manera, negociar con la vida y con los demás, tratando de llevarnos la parte más sustanciosa en nuestras relaciones y proyectos.
Sin embargo, si observas con atención, notarás que la vida sucede sin que tengas que pensarla:
La respiración ocurre.
El corazón continúa latiendo noche y día.
La percepción se despliega sin esfuerzo, de manera natural.
Incluso tus pensamientos (si es que son “tuyos”) aparecen en tu mente sin que los elijas.
Cuando tienes el valor o la curiosidad de plantearte la naturaleza de este autoengaño colectivo, sueltas la necesidad de ser el hacedor absoluto de todo, el controlador soberano de tu vida, y empiezas a experimentar un espacio nuevo: la unidad experiencial.
Esto significa que puedes seguir actuando, tomando decisiones y cuidando tu vida, pero sin creer que tu yo limitado es el origen o el límite de todo.
La conciencia simplemente fluye, sin resistencia, y abarca todo lo que seas capaz de ser consciente, todo lo que, de alguna manera consciente o no, se pose en tu campo de percepción.
La acción surge sin la necesidad constante de justificarla o defenderla. Los hechos suceden, pero ya no es necesario juzgarlos ni dotarles de un relato personal.
Es como pasar de remar contracorriente a dejarte llevar por la corriente con confianza.
¿Qué ocurre cuando te rindes a fundirte en lo que es?
-
El miedo a perder el control comienza a disolverse.
-
La sensación de carga va disminuyendo, en especial todo el lastre traumático del pasado.
-
La experiencia se vuelve más inmediata y viva. Más espontánea, más fluida: más real.
-
Aparece una ligereza que antes parecía imposible. Analizas menos, fluyes más.
La paradoja es que no desapareces como un ego que proyecta una imagen de estatus —profesional, social, intelectual, económico…—. Lo que se diluye es la ilusión de separación y la importancia que antes dábamos a ese personaje.
Queda en su lugar una presencia abierta que participa en todo sin aferrarse a nada.
Ejercicio de hoy: Fundirte con el instante
Te invito a una práctica muy simple:
1️⃣ Siéntate en silencio unos minutos.
2️⃣ Deja que tu atención se relaje en la respiración y el cuerpo.
3️⃣ Observa cualquier pensamiento que aparezca. No trates de cambiarlo.
4️⃣ Nota que cada pensamiento, sensación o emoción simplemente surge en tu conciencia, como una ola que se forma y se disuelve, como una nube recorriendo tu cielo.
5️⃣ Pregúntate: ¿Qué pasaría si no me tomara nada de esto de forma personal?
6️⃣ Permítete experimentar la sensación de ser un espacio abierto, sin el peso de sostener una identidad fija, una historia personal, un pasado, un “debería”…
No busques lograr un estado especial. Simplemente respira, siente, observa y sé.
Solo date la oportunidad de fluir sin resistencia, aunque sea por unos instantes.
Para hoy
Si puedes, repite durante el día una frase sencilla:
✨ Hoy elijo no resistirme a lo que es. Me abro a sentir la experiencia tal como viene.
Ese gesto interior es el comienzo de una libertad silenciosa.
Una libertad que no depende de las circunstancias, porque ya está aquí.
Este curso es gratuito y se publica día a día en este blog.



