El VIAJE DE RIDDHI

Día 2 – Mira el Cuerpo con Gratitud | «7 DÍAS PARA VIVIR DESDE EL SER»

Cartel del curso gratuito “7 días para vivir desde el Ser” con fondo dorado y figura masculina meditando

Integración psico-corporal:
El cuerpo no es el enemigo.
Es el espejo de tu energía.
Al desidentificarte de él, no lo rechazas: lo liberas del peso de ser tu identidad y el saco de tus energías no queridas.

Desde pequeños aprendemos a mirar el cuerpo como algo que hay que controlar.
Para algunos, es un objeto que nunca alcanza el ideal de belleza.
Para otros, es una limitación que impide “ser espiritual”.
Y casi siempre, es un territorio cargado de exigencias, juicios y proyecciones. Sabemos que nuestro cuerpo es un prodigio de la naturaleza, y sin embargo nos hace sentir a veces vulnerable, limitado, animal…

La cultura y la mente condicionada por la sociedad en la que habita, convierten al cuerpo en un contenedor de miedo y comparación. En algo culpable de nuestros bajos instintos, de nuestras vergüenzas y emociones que desearíamos no tener. 
A veces pensamos:

“Cuando adelgace, cuando sane, cuando sea más flexible… entonces podré aceptarme.”

Es una meta aceptable, y más en estos días en los que somos lo que aparentamos, pero eso posterga indefinidamente la reconciliación con lo que ya es.

Hoy te propongo empezar por otro lado: la gratitud.

El cuerpo no es perfecto, pero es un milagro.
Es tu primera casa.
Es el escenario de todo lo que has amado, temido, explorado.
Es la forma a través de la cual tu Ser se expresa en este mundo.  Por más que a veces te avergüences de él, si es el caso, o bien te compares con otros cuerpos (algo inusual en estos tiempos…), todos nos sentimos agradecidos de forma innata cuando perdemos la armonía energética que llamamos salud.

Como dice el dicho: sólo valoramos lo que tenemos cuando lo perdemos. No siempre es así, pero en el caso de la salud sí suele darse de forma innata, al margen de cual sea nuestra edad, raza o cultura.

¿Qué pasaría si hoy, solo por un instante, dejas de verlo como un problema y comienzas a verlo como testigo silencioso de tu recorrido?

La integración psico-corporal consiste en incluir al cuerpo en tu camino interior, pero sin confundirlo con lo que verdaderamente eres. Es decir: el cuerpo forma parte de tu experiencia, pero no es tu identidad completa.

Aunque quizás te sorprenda, tú no vives encerrado entre los huesos, carne y sangre que conforma tu cuerpo.
Eres mucho más profundo que eso.
Eres la conciencia que es capaz de observar cómo cambia tu cuerpo, cómo envejece, cómo a veces se fortalece y otras se debilita.
Eres el espacio interior que se da cuenta, que presencia, todas esas transformaciones.

Imagina que tu cuerpo es como un instrumento musical.

Puedes cuidarlo, afinarlo, aprender a usarlo bien, pero tú no eres ese instrumento.
Tú eres en él, como el músico lo es al ejecutar su instrumento, pero tu ser se expande a todo lo que percibes dentro y fuera tuyo. En este caso, eres la presencia que vives la experiencia y observa lo que siente y lo que observa dentro de sí, en emociones, sentimientos y pensamientos, como a su entorno inmediato.

El cuerpo, aunque nos parezca algo físico y separado, responde a tu estado interno. Lamentablemente, en algunas culturas y religiones, el cuerpo es considerado como inferior, como una carga que nos hace sufrir y desear. Sin embargo, el cuerpo es el medio de expresión e interacción con la vida que eres y te rodea. Por eso, cuando te hablas con dureza, cuando te criticas o te rechazas, el cuerpo lo siente.
Se encoge, se tensa, se prepara para defenderse.

Por ejemplo, todos lo hemos experimentado:

  • Si te miras al espejo y piensas “No valgo”, tu pecho se cierra.

  • Si cargas culpa o vergüenza, tus hombros se inclinan hacia adelante.

  • Si sientes ira, la boca del estómago te arde.
  • Si vives preocupado, tu respiración se vuelve superficial y al corazón parece que le cuesta más latir…

En cambio, cuando comienzas a mirarte con aceptación y respeto (no porque debas hacerlo sino porque lograr sentirte así), el cuerpo empieza a soltarse.

Es como si recibiera permiso para descansar de tanta presión mental, anímica y emocional.
Se relaja, se suaviza, se muestra más natural. Comienza a ser liberado de toda esa energía que lo mantenía contraído.

La gratitud tiene un poder que va más allá de tus pensamientos:
Es una energía que calma y armoniza.

Es un movimiento energético que libera a tu cuerpo de años de condena.
Cuando agradeces tu cuerpo su presencia —sin querer cambiarlo ni enjuiciarlo— algo profundo se transforma. Y aumentas esa liberación de décadas, quizás vidas, cargando penas propias y ajenas.
Es como si le dijeras:

“Te veo. Reconozco todo lo que has hecho por mí. No necesitas ser perfecto para que te quiera.”

Ese reconocimiento sincero relaja la tensión inconsciente que acumulamos por años.
Y en ese espacio de gratitud, tu cuerpo deja de ser un problema que solucionar, para convertirse en un compañero al que honrar y tratar con respeto.

Hoy, cuando te mires al espejo, hazlo como si miraras a un viejo amigo

No evalúes su forma ni su historia.
Solo contempla su presencia.
Agradece que haya estado contigo en todas las etapas, incluso cuando lo rechazabas.
Y di en voz baja:

“Gracias por sostenerme.
Gracias por enseñarme.
Te libero de tener que demostrar nada.”

Si te cuesta creer estas palabras, no pasa nada.
La práctica no consiste en forzarte a sentir algo que no surge aún.
Consiste en abrir un espacio nuevo: un lugar donde el cuerpo no es un campo de batalla, sino una expresión digna de respeto.

Desidentificarte del cuerpo no significa negarlo

Significa comprender que es parte de tu experiencia humana, no tu identidad definitiva.
Significa reconocer que la consciencia que eres no se reduce a ninguna forma.

Al agradecer el cuerpo, se produce una paradoja luminosa:

  • Lo cuidas más, pero te obsesionas menos.

  • Lo escuchas con respeto, pero no le entregas tu sentido de valía.

  • Lo habitas con presencia, pero sabes que tú eres más que cualquier forma.

  • Sabes de su debilidad y vulnerabilidad, y eso, lejos de generarte miedo, te hace valorarlo más.

Esta reconciliación es un acto profundo de madurez interior.
Es el inicio de una paz que no depende de la apariencia ni de la salud.
Es la liberación de la exigencia de perfección.

Hoy, si puedes, tómate unos minutos para sentarte en silencio.
Cierra los ojos y siente tu respiración.
Percibe el contacto con la silla, el peso de tu cuerpo, el pulso de tu corazón.
Y reconoce la vida que sucede aquí, en este instante, sin que tengas que hacer nada.

Ese milagro cotidiano es suficiente.
Tu cuerpo no necesita ser distinto para merecer tu gratitud.


Este curso es gratuito y se publica día a día en este blog.


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Categorías: SER

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