El VIAJE DE RIDDHI

El dinero, según Osho

Retrato hiperrealista de un hombre sabio de aspecto oriental sosteniendo billetes, símbolo de energía y abundancia consciente.

No hay que amar al dinero. Pero tampoco odiarlo.

Durante siglos, muchas tradiciones espirituales han considerado al dinero como algo impuro, una trampa para el ego, una fuerza que aparta del camino interior. Osho rompió con esa visión. Él no lo idealizaba, pero tampoco lo rechazaba. Lo observaba con la lucidez de quien ha comprendido lo esencial: el dinero no tiene carga propia. Es energía. Es posibilidad. Es una extensión de lo que somos en ese momento.

Como toda herramienta, su poder no está en él, sino en la conciencia de quien lo utiliza.

Para Osho, la verdadera carencia no estaba en la falta de dinero, sino en la pobreza de la mente: esa forma sutil y persistente de vivir desde la escasez, incluso cuando hay abundancia externa. Esa sensación de no merecer, de temer recibir, de sentir culpa por gozar... Esa voz interna que susurra que no puedes o que no debes, que no lo vivirás porque no lo mereces.

Curiosamente, esa voz —tan común— no desaparece con más dinero. Puede, de hecho, hacerse más ruidosa. Por eso Osho no proponía métodos para “atraer riqueza”. Proponía otra cosa: abrirte a ser tú mismo, del todo. Sin esconderte, sin justificarte, sin miedo a brillar o a equivocarte. Tener el valor, en suma, de aceptarte tal como eres ahora mismo. Desde esa autenticidad, lo necesario comienza a manifestarse. No porque lo persigas, sino porque dejas de bloquearlo.

Incluido el dinero.

Y cuando llega, ¿por qué no disfrutarlo? ¿Por qué no permitir que lo bello, lo cómodo o lo inspirador forme parte de tu vida? No se trata de perderse en ello, sino de no cerrarse a ello. El problema no es el placer. El problema es el olvido. Olvidar que nada de eso —ni el éxito, ni la cuenta corriente, ni el estilo de vida— puede decirte quién eres, porque tú ya eres.

En otras palabras, no se trata de acumular. Se trata de vivir con conciencia. De usar el dinero como un cauce para crear, para compartir, para celebrar… sin que se convierta en una prisión dorada ni en una ilusoria identificación. Eso es madurez. Eso es libertad.

Tal vez por eso Osho decía que el trabajo no debía vivirse como una obligación, sino como una danza. Que el dinero más pleno no nace del esfuerzo rígido, sino del juego. De estar en tu centro. De dar lo mejor de ti sin esperar nada… y aun así estar abierto a recibir.

Y cuando eso sucede —cuando llega—, ya no importa tanto si se queda o se va.
Porque tú ya estás en casa.
Porque tú ya eres.

El dinero es energía, es capacidad, es poder.
Pero su naturaleza no cambia.
La suya es ser herramienta.
La nuestra es ser totalidad.


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Categorías: SER

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