El VIAJE DE RIDDHI

La amistad más difícil (y más necesaria)

Banco de madera vacío en un bosque al atardecer con una taza de café y la frase “Primero, haz las paces contigo”

“Primero, haz las paces contigo.”

Hay una sed que atraviesa muchas de nuestras relaciones: la necesidad de sentirnos acompañados, vistos y comprendidos. Queremos vínculos sinceros, amistades profundas, presencias que estén ahí sin pedirnos que cambiemos. Sin embargo, lo que encontramos en el camino no suele ser eso. Más bien, compañías fugaces, relaciones interesadas o vínculos que se diluyen cuando ya no aportamos lo que se esperaba de nosotros. Relaciones de necesidad que proyectan sus soledades.

¿Por Qué Ocurre Esto?

Porque solemos buscar fuera lo que no hemos cultivado dentro. Y algo aún más sorprendente: nuestro mundo exterior, en sus circunstancias y personas, es una proyección causal de cómo somos por dentro.

Anhelamos la amistad de los demás, pero ¿hemos hecho primero la amistad con nosotros mismos?
¿Cómo pretender recibir de otros lo que ni siquiera nos damos a nosotros mismos?

La mayoría de nuestras relaciones no superan cierto umbral de profundidad porque nosotros mismos no hemos atravesado ese umbral hacia nuestro propio ser.

Queremos ser aceptados, pero nos cuesta aceptarnos.
Queremos ser escuchados, pero no sabemos escucharnos.

Y entonces, buscamos afuera algo que aún no hemos sido capaces de darnos. Buscamos un milagro en forma de persona que nos ame y nos enseñe, quizás, a querernos más a nosotros mismos.

Una Soledad más Profunda

Carl Gustav Jung lo decía sin rodeos:
“La soledad no proviene de no tener a nadie alrededor, sino de la incapacidad de comunicarse con los que nos rodean sobre las cosas que para uno realmente importan.”

Y uno no puede expresar el amor que no ha descubierto. No puede compartir lo que no ha abrazado. No puede ser buen amigo de otro si no ha aprendido a ser buen compañero de sí mismo.

Compañeros de soledad o verdaderas amistades

Cuando no hemos hecho las paces con quienes somos —con nuestras luces y nuestras sombras—, nos comportamos en lo afectivo como mendigos. Nos rodeamos de personas por miedo a estar solos. Actuamos y cedemos al rol que exija ese grupo de solitarios, solo para ser aceptados. Todo por no enfrentarnos al espejo que más duele: el de nuestra propia compañía.

Y así, en lugar de amistades auténticas, muchas veces acumulamos compañeros de soledad: personas que también huyen de sí mismas, que nos buscan para no escucharse, que nos utilizan como muleta emocional o como reflejo de sus propias carencias.
No es maldad. Es ignorancia emocional, dolor no atendido, falta de trabajo interior. Inconsciencia. Es decir, ni siquiera nos damos cuenta.

Pero cuando comenzamos a hacer ese trabajo de acompañamiento hacia nosotros mismos —cuando dejamos de huir de lo que somos y empezamos a vivir con más honestidad interna—, algo comienza a cambiar.

Ya no buscamos desde la necesidad, sino que comenzamos a apreciar la abundancia en lo ordinario.
Ya no pedimos que nos llenen, sino que compartimos lo que somos, porque nos nace. Porque se vuelve natural, dichoso, sano.

Y en esa nueva proyección de lo interior hacia lo exterior, comienzan a aparecer otros tipos de relaciones, incluso con las mismas personas. Pero ahora, más libres. Más verdaderas. Más vivas.

Aceptarte no es resignarte: es comenzar a vivir

Aceptar tus defectos no significa conformarte.
Significa que dejas de pelearte con lo que no puedes cambiar, y empiezas a transformar lo que sí está en tus manos.
Significa mirar tus heridas sin culpa, tus miedos sin vergüenza, tu historia sin rencor.

Es desde esa aceptación profunda que nace una nueva dignidad:
la de no negociar tu paz por compañía,
la de no vender tu autenticidad por amor,
la de soltar —como Robert de Niro en La Misión— las pesadas alforjas de la culpa, el pasado y la vieja y falsa historia que nos contamos sobre nuestra vida.

Porque cuando haces las paces contigo mismo, ya no necesitas mendigar vínculos ni regodearte en la autocompasión.
Y lo paradójico es que, desde esa apertura, comienzan a llegar las personas que de verdad suman en tu vida. Personas a las que posiblemente tú también sumas.

Porque ya no buscas atraer desde la carencia.
Ahora te abres —de verdad— al camino de la vida.

Libros

Descubre mis libros en Amazon:

→ Ver mis libros aquí

YouTube

Visita mi canal de YouTube:

→ Canal El Viaje de Riddhi

Facebook

Categorías: SER

Tu email no será publicado. Los campos obligatorios están marcados con *

*