El VIAJE DE RIDDHI

No hay hacedor: el ver sin cabeza

 

"Ilustración simbólica del proceso espiritual descrito por Douglas Harding, con un perfil humano, un tercer ojo iluminado y círculos concéntricos que representan las capas del ser: cuerpo-mente, humanidad, espíritu, misterio y vacío." Diagrama simbólico inspirado en Douglas Harding: del yo personal al misterio del no-ser.

¿Quién hace realmente las cosas? ¿Quién decide, actúa, elige?

Tanto Douglas Harding como Ramesh Balsekar, desde contextos distintos —uno europeo, experimental y visual; el otro indio, devocional y filosófico— llegaron a la misma constatación: el “yo” que creemos ser (ese individuo que habita en nuestro cuerpo) no existe realmente ni es el hacedor.

Una auténtica locura de planteamiento, ¿no es cierto? Aun así, la paradoja de los acontecimientos, razonamientos y casualidades que se dan en nuestras vidas, a veces nos permiten darle una oportunidad a planteamientos que la razón cartesiana sesgaría de un plumazo como realidades imposibles, si no como meros disparates.

Aun así, hay sabiduría milenaria detrás de estas doctrinas, y en ambos casos, la necesaria implicación directa del interesado; o sea, «yo» (o al menos, ese yo mental que percibe, razona, verbaliza y enjuicia mi vida momento a momento; gran parte de las veces, aun a mi pesar).

Vamos a darle una pequeña oportunidad a sus puntos de vista, que apuntan hacia un giro de 180 grados y que auguran una interrogación y, si cae la Gracia, una inefable sorpresa.

La visión sin cabeza, de Douglas Harding

Douglas Harding (1909–2007) fue un filósofo británico que dedicó su vida a explorar la verdadera naturaleza del yo. Ingeniero de formación y místico por vocación, Harding tuvo una revelación directa que marcaría el resto de su existencia: al mirar con atención desde el centro de su experiencia, no encontró una cabeza, sino espacio.

Este descubrimiento, que desarrolló en su libro más famoso On Having No Head (1961), no era una metáfora ni un juego mental, sino una invitación radical a mirar lo que realmente hay cuando dejamos de suponer quiénes somos.

¿Quién fue Douglas Harding?

Aunque su nombre no es tan conocido como el de otros maestros espirituales, Harding fue un pionero en el desarrollo de técnicas de autoindagación occidental que resuenan con enseñanzas orientales como el Vedanta Advaita o el Zen. Su método no requiere creencias ni prácticas largas, solo una atención honesta al momento presente y al lugar desde donde uno está mirando.

Fue profundamente influenciado por el místico cristiano Jacob Boehme y por Ramana Maharshi, pero supo desarrollar un lenguaje propio y una forma directa de transmitir su experiencia. En lugar de hablar de conceptos abstractos, Harding creó experimentos visuales y corporales que cualquier persona puede realizar en casa, sin necesidad de maestros ni doctrinas.

El experimento de la visión sin cabeza

Uno de sus ejercicios más conocidos consiste en apuntar con el dedo a todo lo que ves: una mesa, una lámpara, una montaña… y luego girar el dedo hacia ti mismo. Una pierna, una cintura, un brazo, un pecho y… Al apuntarte a tu rostro… ¿Qué ves?

La respuesta, según Harding, no es una cabeza, un rostro o un objeto: en los hechos es espacio limpio, apertura, conciencia sin forma. Lo que tú eres, en el centro de tu experiencia, no es una cosa entre las cosas, sino un vacío lleno de todo lo que contiene tu visión sobre tu pecho. Él lo llamaba ver desde la nada, y aseguraba que es la experiencia más evidente e intemporal, y sin embargo la más ignorada de todas.

“Aquí, en el centro, no hay rostro, no hay cabeza, no hay nadie que vea. Solo hay ver.”
—Douglas Harding, «Vivir sin cabeza

Este enfoque puede parecer extraño o incluso absurdo al principio, pero su poder está en su inmediatez. No requiere fe, solo mirar… y si cae la Gracia: Ver.

Así describió su experiencia: «La razón, la imaginación, el parloteo mental, todo se desvaneció. Olvidé mi nombre, mi humanidad, mi substancialidad, cualquier cosa que pudiera llamar yo o mío. Era como si hubiese nacido en aquel instante, sin mente, inocente de cualquier recuerdo. Sólo existía ahora, y bastaba con mirar. Había perdido una cabeza y había ganado un mundo». 

Una invitación directa

Lo más revolucionario de Harding es que no pide que lo creas. Solo que lo verifiques.

Toma un momento. Detén tus pensamientos. Gira tu atención hacia el lugar desde donde estás mirando ahora mismo. ¿Qué encuentras?

El fin del hacedor, según Ramesh Balsekar

Ramesh Balsekar (1917–2009) fue un maestro espiritual indio que unió, de forma sorprendente, el mundo de las finanzas con el de la conciencia no dual. Durante años, ocupó cargos de gran responsabilidad hasta llegar a ser presidente del Bank of India, uno de los principales bancos del país. Pero tras retirarse, su vida dio un giro inesperado.

Guiado por una búsqueda profunda de sentido, conoció a Sri Nisargadatta Maharaj, con quien vivió una transformación radical. Desde entonces, Balsekar se convirtió en uno de los divulgadores más claros y accesibles del Advaita Vedanta. Su enseñanza no se basaba en rituales ni en creencias, sino en una observación directa del funcionamiento de la mente y de la vida misma.

No hay hacedor, solo conciencia

El núcleo de su enseñanza puede resumirse así: no hay un hacedor personal. Todo lo que ocurre —acciones, pensamientos, decisiones— surge espontáneamente en la conciencia, como resultado del condicionamiento y la genética. El “yo” que se cree autor de sus actos es simplemente un pensamiento posterior, una ficción mental.

“Todo pensamiento, toda acción, toda decisión ocurre espontáneamente. El hacedor personal es una ilusión.”
—Ramesh Balsekar, Consciousness Speaks (2000)

Para Balsekar, la conciencia es lo único real. El cuerpo-mente individual es solo un instrumento a través del cual la conciencia se expresa. No hay control personal, ni libre albedrío en el sentido tradicional. La vida ocurre, y nosotros somos testigos de ese fluir.

“Aceptar que no hay hacedor es la paz última. Ya no hay lucha.”
—Ramesh Balsekar

Del banco al silencio

Que alguien que fue presidente de un banco estatal y habituado al control, la estructura y la toma de decisiones llegara a esta comprensión tiene una fuerza especial. Balsekar hablaba desde la experiencia directa, pero también desde un lugar muy cercano a la vida moderna, lo que hizo que muchos buscadores occidentales se sintieran identificados con él.

En sus charlas diarias, que ofrecía en su propia casa de Bombay hasta su muerte, recibía a personas de todas partes del mundo. Allí no se daban discursos religiosos, sino conversaciones lúcidas, a veces desarmantes, que apuntaban siempre a lo esencial: la disolución del ego como entidad separada.

Rendirse a lo que es

Balsekar no promovía la pasividad ni el fatalismo, sino una comprensión más profunda: todo sucede como debe suceder, porque no puede ser de otro modo. En esa aceptación plena —más allá del esfuerzo o la resistencia— se encuentra una paz inesperada. La mente se detiene. La lucha cesa.

Así, el banquero que se convirtió en sabio no nos dejó una religión ni una promesa de salvación. Nos dejó una pregunta:

«¿Quién actúa realmente, si todo ocurre sin que tú lo controles?»

No eres la cara que ves en el espejo.
No eres el autor de tu historia.
Eres el espacio donde la historia ocurre.
Eres el ver sin cabeza.
Eres el vivir sin hacedor.

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Categorías: SER

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