«Esta es una historia de poder»
Así lo resume el protagonista al inicio del documental No Other Land, que retrata la vida de la población palestina bajo la presión constante del Estado israelí. Con esa frase se abre una ventana incómoda pero necesaria: la constatación de que, cuando el ser humano se entrega a la lucha por el poder —escudado en sus Estados e Instituciones—, alcanza las más altas cotas de barbarie de la historia.
Este conflicto se inició a mediados del siglo pasado, tras la II Guerra Mundial, y desde entonces no ha hecho sino acumular capas de acuerdos incumplidos, traiciones, intereses económicos cruzados y disputas religiosas por ambas partes. Pretender arrojar ahora algo de luz sobre una realidad tan enmarañada carece, por tanto, de sentido.
Sí es posible, sin embargo, hacer una valoración humana sobre la situación en Palestina e Israel, porque refleja la misma lógica de dominio que tantas veces hemos visto repetirse en distintos pueblos y culturas.
Borges decía que «toda ideología es idiotez». En este caso, todo intento de arrastrar al mundo a una batalla entre inocentes y culpables lo es también.
Los hechos están ahí, y los acuerdos posteriores a la II Guerra Mundial siguen siendo accesibles para quien quiera conocerlos. A partir de entonces se han sumado nuevos actores, nuevos relatos y un uso creciente de la propaganda, que ha terminado por confundir a la población mundial y empujarla a posicionarse de forma polarizada.
Ese es quizá el error más fatal: convertir una historia sangrante de décadas en un simple juego de buenos y malos.
Peor aún, lograr que muchos olviden la condición humana que comparten con quienes mueren en condiciones dramáticas.
Y lo más esencial: olvidar que los crímenes contra la humanidad que no se condenan en un lugar crean el precedente para que el horror se repita, bajo otras formas, en cualquier otro país.
Más allá de banderas e ideologías
No es, sin embargo, propósito de este escrito ponerse a favor o en contra de partido, nación o ideología alguna.
Cuando nos colocamos el filtro de las ideologías y reducimos a las personas a etiquetas, abrimos la puerta a razonamientos que pueden parecer lógicos, pero que resultan monstruosos desde la perspectiva del respeto a la condición humana en sí misma.
Porque la realidad actual no es solo política o territorial: es, ante todo, humana. Y si desligamos a las víctimas de esa humanidad —para verlas únicamente como parte de una nación, raza o ideología—, lo que queda es una tragedia aún más profunda.
Juzgamos a la población alemana por su actitud frente al nazismo, pero no reconocemos que hoy nos enfrentamos a las vergüenzas de nuestro propio tiempo.
El conflicto palestino-israelí es un ejemplo de ello: el silencio de naciones e instituciones internacionales que evitan posicionarse para no dañar contratos privados o intereses estratégicos, acompañado de una campaña global de desinformación y polarización en medios y redes sociales.
Muchos de los que opinan han nacido después de que este conflicto comenzara, y su conocimiento se reduce más a simpatías que a comprensión real.
Su valoración “sesuda” llega, a veces, a lo grotesco: como cuando, ante la imagen de un bebé famélico, alguien resume la tragedia con un cruel e inconsciente «¿café o té?».
Es triste, aunque muchos no quieran verlo en nuestro tiempo.
Y no es solo un asunto político o moral: es la miseria y la ignorancia de ridiculizar un horror que, quizá, pueda vivirse en unos años en tu propio país.
Porque si permites sin repulsa los crímenes contra la humanidad, en cierto modo ya has cedido ante ellos.
Estado actual del conflicto
Desde marzo de 2025, Israel ha lanzado nuevas ofensivas, incluida una operación sorpresa el 18 de marzo que rompió la tregua vigente y dejó más de 400 muertos, muchos de ellos mujeres y niños.

Niña con desnutrición severa. Gaza 2025
Simultáneamente, en la Franja de Gaza, el cerco casi total ha desencadenado una crisis humanitaria devastadora: desnutrición crítica, hambruna y muertes por inanición —especialmente entre los niños.
Solo en esta semana se han reportado fallecimientos por hambre y casos de civiles, incluidos menores aislados, alcanzados por fuego israelí mientras intentaban conseguir comida cerca de centros de ayuda. El sistema sanitario, ya colapsado, apenas puede responder.
En agosto, Israel aprobó un plan radical para tomar el control militar absoluto de Gaza City. Desde entonces, la ofensiva se ha intensificado hasta convertirse en una invasión terrestre: tanques, artillería, bombardeos aéreos y operaciones navales han convertido la ciudad en un campo de batalla.
El skyline de Gaza ha cambiado drásticamente tras el derribo de varios edificios de gran altura, lo que ha forzado un desplazamiento masivo de miles de personas hacia el sur en busca de refugio.
Las organizaciones humanitarias, incapaces de operar en condiciones mínimas de seguridad, han suspendido parte de sus operaciones en Gaza City, mientras la población civil queda atrapada entre la ofensiva militar y la falta de ayuda.
A este panorama se suman las acusaciones de una comisión independiente de la ONU, que ha señalado a Israel de cometer actos de genocidio en Gaza por el bloqueo del auxilio, los desplazamientos forzados y la destrucción sistemática de infraestructuras esenciales.
Incluso voces internas se han levantado: exjefes del Estado Mayor israelí y un número creciente de ciudadanos han pedido poner fin a la campaña.
El pasado agosto, miles de israelíes se manifestaron en Tel Aviv contra esta política de invasión, denunciándola como agresiva y despiadada hacia una población civil desprovista de todo, incluso de lo más esencial para subsistir.
Iniciativas internacionales
A finales de julio, una conferencia de la ONU en Nueva York adoptó la «Declaración de Nueva York» (accede aquí), que propone un plan de 15 meses hacia un Estado palestino, el desarme de Hamas y el fortalecimiento de la Autoridad Palestina.
Francia, Malta y, próximamente, Canadá y Reino Unido han anunciado su intención de reconocer a Palestina antes de septiembre. Es una exigencia del pueblo palestino que se remonta a 1948.
Sin embargo, la distancia entre las declaraciones y la realidad sobre el terreno resulta abismal.
La política internacional, atrapada en sus propios intereses y giros geopolíticos y económicos, ni logra ni parece decidirse a detener el sufrimiento inmediato de miles de seres humanos condenados a morir de sed y hambre.
Una vergüenza más para la historia… con esperanza
Cuando los Estados y los poderes económicos ocultos se obsesionan con dominar y controlar, olvidan que al otro lado no hay “enemigos” abstractos, sino una sociedad civil desarmada: miles o millones de personas tan inocentes como el lector de estas líneas.
Se cumple así la máxima de que, cuando el odio y la ambición de poder se alían, la humanidad queda anulada bajo una capa racional de ideales y justificaciones con las que se pretende explicar lo injustificable: una barbarie fría, calculada y profundamente destructiva.

09/08/2025 Manifestación en Israel contra ocupación de Gaza.
Aun así, en medio de este manto diplomático de oscuridad, todavía hay quienes sienten, empatizan y tienden su mano.
Esa es la otra cara que siempre nos ofrece la historia: la humanidad que sobrevive, que resiste y que recuerda que el poder más grande no es el que aplasta, sino el que protege y construye el derecho a un mundo mejor.
Más justo, más libre, más integrado en el mundo que nos rodea: más humano.
Ejemplo de ello son las manifestaciones masivas de ciudadanos israelíes que, en su propio país, alzan la voz contra la ocupación de Gaza y contra las decisiones bélicas de su actual gobierno hacia una población civil desprovista de todo, incluso de lo más esencial para subsistir.
Una repulsa que ha llegado hasta nuestras propias calles, como hemos visto reflejado.
El pasado domingo en Madrid, el conflicto de Palestina se convirtió en motivo de protestas y de división alentada desde el propio poder político. Es una muestra más de cómo el dolor humano puede también manipularse y ponerse al servicio de intereses ideológicos.
Como guinda amarga, incluso un evento deportivo internacional como la Vuelta Ciclista a España se vio alterado y empañado, proyectando hacia el exterior una imagen de fractura y confrontación que daña la reputación del propio país.
En todo caso, lo esencial —ayer, hoy y siempre— sigue siendo recordar que, detrás de cada consigna y de cada bandera, hay vidas humanas que merecen dignidad y respeto.
El verdadero resto hacia la esperanza
Sabemos que en un mundo como el actual —donde el pensamiento polarizado y politizado se ha instalado deliberadamente—, abogar por los derechos esenciales de una población parece, para algunos, tomar partido en el conflicto.
Sin embargo, defender la causa del pueblo palestino no significa odiar al israelí. Y lo contrario debería ser igual de obvio.
Una vez restaurada esa claridad, solo queda la ardua labor política de alcanzar un acuerdo necesario para la paz, aunque incomode a la maquinaria económica y radical que pierde poder cuando se rompe el relato del odio y de los extremismos.
Ojalá la humanidad vuelva a dar un nuevo y pequeño gran paso en su historia, prestando atención, ayuda y apoyo a esta herida abierta desde hace casi un siglo.
Hasta el próximo martes, con una nueva reflexión en este viaje compartido.
🎥 Puedes ver el tráiler del documental No Other Land, como recordatorio de que, detrás de cada titular, hay vidas reales marcadas por este “juego” de poder.
Ganador del:
-Oscar al Mejor Largometraje Documental en 2025,
-Premio del Público en el Festival Internacional de Berlín en 2024
-Premio al Mejor largometraje documental en los Premios de Espíritu independiente de 2025
-Premio al Círculo de Críticos de Nueva York, en 2024
-Premio de la Asociación de Críticos de Chicago
-Premio de la Asociación de Críticos de Boston en 2024, entre otros.
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