Volvemos hoy al silencio.
En el silencio todo se ordena, aunque el mundo siga desordenado.
En el silencio la palabra se renueva y nos limpiamos por dentro.
En el silencio, sobre todo en el alba, es más fácil contactar con el Mundo Sutil.
Surge entonces el convencimiento de que es esencial contactar con ese mundo cada amanecer para recargar la batería del amor y del propósito.
Pues la batería se apaga por la cerrazón de las mentes humanas, por lo correoso de los humanos, que elegimos zafiedad en vez de belleza. Nadie dijo que la tarea de abrir las mentes fuera fácil. Por eso hay que recargarla.
Estar en silencio para preparar el encuentro con el Amado, como nos dice bellamente el Bhagavad Gita. Y la preparación es algo muy gozoso, como cuando de chicos teníamos una cita importante y empezábamos a soñarla días antes.
A ese encuentro hemos de llegar limpios, renovados, puros de pensamiento: todos los días. Para ello hay que prepararse ya desde la tarde, anticipando ese encuentro. Y ya desde la tarde es bueno ese silencio reparador: físico y mental.
El silencio es la llave para acceder a otros mundos que también están aquí.
Joaquin Tamames. Fundación Ananta
Volver al silencio para entender su lenguaje, para escuchar y dibujar sus formas, para dar valor a las palabras y a las actitudes que perfilaban silencios. No estamos acostumbrados en este mundanal ruido en el que nos movemos, a comprender el mensaje, el valor del silencio, a veces lleno de contenido, a veces lleno de vacios sin resolver, a veces interrumpiendo en la búsqueda de nuevos horizontes, a veces aceptación, pero nunca punto final. El silencio se asemeja más a los puntos suspensivos en espera de creación, de continuidad, aunque jamás la tenga y de por vida se convierta en menos que nada, pero vive en la esperanza.
Un abrazo.
A veces, en esos puntos suspensivos que comentas, nos damos cuenta, en un destello, del sentido que señala Willigis Jäger, sobre el sueño despierto:
«Todos los fenómenos que aparecen en nuestra consciencia se asemejan a un sueño. Somos soñadores y, mientras soñamos, nos identificamos con nuestros sueños. Todos los seres son comparables a visiones creadas por una consciencia soñadora. Los individuos no son más que los sueños de la consciencia».
Ese silencio, a veces, da como fruto el darnos cuenta de «ello»… antes de caer -aunque levemente un poco menos- de nuevo en el sueño.
Un abrazo, Esencia 🙂